Cada vez más personas, particularmente aquellas que están entre los 30 y 50 años de edad, se replantean su carrera profesional. O lo que es lo mismo, comienzan a preguntarse si el camino que han recorrido hasta ahora sigue teniendo sentido para lo que desean hoy.
Cambiar de profesión es una decisión sumamente personal, delicada, y cargada de dudas y miedos. Pero es también una decisión colmada de esperanzas, porque representa la posibilidad de reconectar con uno mismo, de buscar un propósito más acorde con los valores y principios actuales, y de construir una vida laboral que no solo dé sustento, sino también sentido.
Claramente, un giro de tal importancia no ocurre de forma impulsiva: se gesta a partir de preguntas profundas y de una necesidad casi urgente de cambio.
Sin embargo, dado que estamos hablando de una movida bastante relevante, que puede cambiar vidas, tanto la tuya como la de quienes te rodean, siempre recomendamos acudir a profesionales en el tema (como coaches de carrera) antes de tomar cualquier decisión final. Esto es importante, sobre todo, si sientes que la transición podría ser más compleja de lo que inicialmente pensaste, o te preocupa enormemente las implicaciones económicas y familiares de este cambio.
De todas maneras, en este artículo discutiremos varios puntos relacionados con esta consulta que podrían servirte para despejar dudas y dar mayor claridad al respecto.
Ver también: ¿Estudiar una maestría o una segunda carrera?
La idea de cambiar de profesión no aparece de la nada, casi siempre se activa en momentos muy específicos de la vida, en los que hay una necesidad de cuestionar, redefinir o inclusive romper con lo establecido. Y si bien esto puede suceder en cualquier momento, hay ciertas edades en las que este deseo se vuelve más común… y más intenso.
A los 30 años, por ejemplo, muchas personas ya un tiempo en el mundo laboral, han probado una o dos experiencias profesionales importantes y comienzan a preguntarse si de verdad están en el camino correcto. Es una etapa en la que todavía hay tiempo y energía para reorientar el rumbo sin sentir que se está empezando de cero. También es una edad en la que empiezan a pesar preguntas sobre el futuro, la estabilidad o la coherencia entre lo que se hace y lo que se quiere lograr.
Hacia los 35, esas dudas se pueden intensificar, pues ya no es cuestión de solamente querer cambiar, sino de sentir que si no se hace pronto, después será más difícil. En este punto es común que aparezcan sensaciones de estancamiento, o surja la idea de que se está invirtiendo tiempo y talento en algo que, en el fondo, ya no motiva. Para muchos, los 35 representan un punto de inflexión silencioso, donde se empieza a diseñar (aunque sea mentalmente) una nueva vida laboral.
A los 40, se intensifican las preguntas. Esta edad suele venir acompañada de una especie de evaluación interna: ¿esto es todo?, ¿aún estoy a tiempo de hacer algo diferente?, ¿qué haría si no tuviera miedo? Muchas personas sienten que es "ahora o nunca" para apostar por aquello que realmente desean. Así pues, se dice que, cambiar de profesión a esta edad no es un impulso, sino una decisión cargada de madurez y autoconocimiento.
Cuando llegan los 45, muchos ya han vivido varios ciclos laborales, y conocen por tanto sus límites, sus fortalezas, y sus verdaderas pasiones. Aquí, más que miedo al cambio, lo que aparece es miedo a quedarse en un lugar donde ya no hay crecimiento. Por eso, cambiar de profesión a los 45 puede vivirse no como un fracaso o una crisis, sino como un acto de libertad, de reinvención, y de compromiso con uno mismo.
Y luego están los 50 años, donde el cambio de profesión a veces se mira con temor desde fuera, pero internamente puede vivirse como una segunda oportunidad. En esta etapa, muchas personas buscan dejar una huella distinta, trabajar en algo con sentido, o sencillamente disfrutar más de lo que hacen. Lejos de ser una locura, cambiar de profesión a los 50 puede ser una forma de cerrar una etapa con autenticidad y abrir otra con mucha más claridad.
Sea como sea, cada una de estas edades trae consigo sus propias preguntas y miedos, pero todas comparten algo en común: esa sensación de que el camino actual ya no alcanza, y que hay otra posibilidad esperándote. Porque aunque cambiar de profesión da miedo… quedarse donde uno ya no encaja, también.
Primero que nada, es fundamental preguntarte a ti mismo: ¿Por qué quiero cambiar de profesión? Esta es la base para entender si el deseo de cambio proviene de una insatisfacción genuina o de una reacción quizás momentánea ante circunstancias externas. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que a veces las ganas de cambiar de sector profesional pueden ser en realidad una respuesta a factores propios de tu trabajo actual, por ejemplo: a un agotamiento extremo (físico o mental), a un periodo de estrés intenso, a una mala relación con el jefe, a una baja retribución económica, a un mal ambiente laboral, etc. En estos casos, a lo mejor el movimiento preciso no es cambiar de carrera profesional, sino asumir que tal vez el problema no es lo que haces, sino cómo, dónde y con quién lo haces.
Por otro lado, si las razones que te impulsan a cambiar están relacionadas con algo más profundo, como una insatisfacción crónica que no desaparece con vacaciones, ni con un nuevo jefe, ni con un aumento de sueldo, entonces sí: puede que el problema ya no esté afuera, sino dentro de ti, el cual te deja entrever que tu ciclo profesional actual llegó a su fin.
Así, frente a esta realidad, es probable que el deseo de cambiar de profesión sea una señal legítima de que necesitas considerar otras posibilidades que coincidan mejor con tus preferencias, pasiones, y metas a largo plazo.
Si ya llegaste a ese punto donde sientes con certeza que quieres cambiar de profesión, lo que sigue es hablar sobre ese nuevo rumbo.
A grandes rasgos, existen tres grupos de personas:
Dicho esto, no importa en qué grupo estés, ya que lo esencial es reconocer en qué punto del proceso te encuentras para tomar decisiones acorde a ello.
Ahora conviene hacerte algunas preguntas esenciales que te ayudarán a tomar una decisión más consciente y en consonancia con tu situación actual:
Pasar de una profesión a otra, sobre todo si son muy distintas entre sí, puede significar comenzar desde los niveles más bajos a nivel jerárquico dentro de una empresa o aceptar un salario inferior al que venías percibiendo. Aunque no siempre pasa, sí es muy común, y tal hecho puede resultar bastante difícil de digerir, en especial si llevas años consolidado en tu área actual.
Toda transición profesional implica, en mayor o menor medida, adquirir conocimientos o habilidades nuevas. Esto, evidentemente, va a requerir el invertir tiempo, muy probablemente dinero, e inclusive apoyo de tus allegados.
Por tanto, el punto aquí no es solamente si te interesa aprender, sino si puedes sostener ese aprendizaje en términos de tiempo libre, dinero disponible y respaldo familiar.
No todas las personas están en condiciones de hacer un cambio profesional inmediato, pues, a veces, lo más sensato es diseñar una transición gradual: ahorrar, formarte en paralelo, empezar por proyectos pequeños, etc. La idea es que evalúes si el momento actual de tu vida acompaña esta decisión, o si, por el contrario, necesitas ponerla en marcha más adelante cuando estés mejor preparado.
Cualquier decisión profesional tiene efectos colaterales en otras áreas de tu vida. Es decir, esta decisión tal vez implique mudarte, trabajar más horas por un tiempo, o cambiar de forma importante rutinas familiares. También puede generar incertidumbre en tus seres queridos o forzar ajustes a nivel de finanzas familiares. Por ende, debes tener en cuenta lo que todo esto supone y conversar abiertamente con quienes puedan verse afectados.
Para terminar, te dejamos una serie de recomendaciones simples pero que pueden ayudarte en este proceso de cambio:
Suscríbete a nuestro Magazine
Recibe Artículos, Conferencias
y Master Class
Empresas
Empresas
Empresas
Comentarios