Un robot autónomo es una máquina diseñada para realizar tareas sin necesidad de recibir instrucciones constantes de un ser humano.
Mientras que los robots tradicionales solo ejecutan órdenes preprogramadas, los autónomos pueden analizar su entorno, tomar decisiones y adaptarse a cambios de forma independiente.
Por ejemplo, un coche autónomo no necesita un conductor que le diga cuándo frenar o girar, porque puede interpretar las señales del tráfico, detectar obstáculos y reaccionar en tiempo real. Lo mismo ocurre con robots en fábricas, drones de reparto o aspiradoras inteligentes que limpian sin supervisión.
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Para entender cómo funciona un robot autónomo, es importante conocer sus principales componentes. Estos elementos trabajan juntos para que el robot pueda percibir, pensar y actuar en su entorno.
Los sensores permiten al robot captar información del entorno. Pueden ser cámaras para "ver", micrófonos para "oír", o sensores más avanzados como LIDAR (que mide distancias con luz láser) y ultrasonidos. Por ejemplo, un coche autónomo utiliza cámaras y radares para detectar otros vehículos, peatones y señales de tráfico.
Una vez que los sensores capturan datos, estos son enviados al procesador, que actúa como el cerebro. El procesador analiza la información, identifica patrones y toma decisiones. Si un robot aspirador detecta una silla, su procesador le indica que debe rodearla en lugar de chocar contra ella.
Los actuadores son los encargados de ejecutar las órdenes del procesador. Pueden ser ruedas para moverse, brazos robóticos para manipular objetos o hélices en un dron. Por ejemplo, si el procesador decide que el robot debe girar, los motores (actuadores) se activan para realizar el movimiento.
Ninguno de estos componentes funcionaría sin una fuente de energía. La mayoría de los robots autónomos utilizan baterías recargables, aunque también hay modelos que operan con energía solar o conectados a una fuente eléctrica.
El proceso de toma de decisiones en un robot autónomo se basa en tres pasos: percepción, procesamiento y ejecución.
Los sensores recopilan datos del entorno en tiempo real. Por ejemplo, un dron que vuela en un parque detecta árboles, bancos y personas con su cámara y sensores de proximidad.
Los datos recopilados se envían al procesador, que utiliza algoritmos y, en muchos casos, inteligencia artificial para interpretar lo que está ocurriendo. En el caso del dron, identifica un árbol como un obstáculo y calcula la mejor ruta para evitarlo.
Una vez que se toma la decisión, los actuadores entran en acción para ejecutar la tarea. Si el dron decide girar para evitar el árbol, sus motores ajustan la dirección de las hélices para lograrlo.
Este ciclo de percepción, procesamiento y ejecución ocurre en fracciones de segundo.
Coches autónomos: Utilizan sensores LIDAR, cámaras y algoritmos de inteligencia artificial para navegar por carreteras, evitar obstáculos y cumplir con las normas de tráfico.
Drones: Los drones autónomos planifican rutas de vuelo, evitan colisiones y entregan paquetes. Algunos incluso inspeccionan terrenos o supervisan cultivos en la agricultura.
Robots aspiradores: Mapean el interior de una casa utilizando cámaras y sensores infrarrojos. Identifican obstáculos como muebles y evitan caer por las escaleras.
Un robot autónomo funciona gracias a una combinación de sensores que capturan datos del entorno, un procesador que analiza y toma decisiones, y actuadores que ejecutan esas decisiones.
Aunque su funcionamiento puede parecer complicado, en esencia, se trata de máquinas diseñadas para "ver", "pensar" y "actuar" sin necesidad de nuestra intervención constante.
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