“La cuestión del cerebro y la mente (qué es y cómo funciona) ha atrapado el pensamiento desde los orígenes de la filosofía, el hombre no ha dejado de buscar respuesta. La primera pregunta es si el cerebro y la mente son una misma unidad.”
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Cuando hablamos del cerebro, no podemos dejar de hablar de mente. Es como el problema del huevo y la gallina. ¿Es la organización del cerebro humano, como se sostiene a menudo, el resultado de miles de años de usar con habilidad el lenguaje y las manos o, por el contrario, son esas habilidades el resultado de la organización del cerebro? Sabemos que la actividad es capaz de modificar el cerebro, meditar en imágenes y registros eléctricos, y ya es posible distinguir con seguridad áreas muy concretas. Por tanto, la organización de nuestro cerebro refleja la experiencia de nuestra especie sobre el planeta al tiempo que determina la naturaleza de la realidad de lo que sucede en nuestra mente.
Esa parte lógica y razonable, pero también emocional e impredecible, somos nosotros. Los seres humanos sentimos al tiempo que reflexionamos. El sistema límbico, el medidor de todo lo relacionado con las emociones, consiste en un conjunto de regiones interconectadas que forman un circuito emocional en lo profundo del cerebro.
Cuando observamos a través del microscopio, todas las células cerebrales (neuronas) muestran una estructura similar. Si damos rienda suelta a la imaginación, podemos ver que son como una auténtica arboleda. Las células reciben información a través de las dendritas, que son unas prolongaciones delgadas y de aspecto delicado como ramas. Desde la célula nerviosa, la información se transmite a través de una estructura larga, con forma de raíz, principal, denominada axón. Gracias a observaciones realizadas con potentes microscopios, sabemos que las neuronas no están ligadas físicamente entre sí, están separadas por la unión de sinapsis (enlace en griego).
Las células gliales, cuyo número supera al de las neuronas en un factor de, por lo menos, cincuenta a uno, contribuyen a mantener la estructura del cerebro, aceleran el flujo de la información entre las neuronas y, como se ha descubierto recientemente, ayudan a las neuronas en la trasmisión de información.
La trasmisión de información dentro del cerebro es eléctrica y química. En primer lugar, el impulso eléctrico nervioso viaja a lo largo del axón hasta llegar a la sinapsis, donde estimula la liberación de químicos o neurotransmisores que cruzan la sinapsis y, al llegar al otro lado, activan la circulación eléctrica de la neurona adyacente. La acción de estos neurotransmisores influye en el pensamiento y estado anímico, como evidencian los efectos beneficiosos que tienen sobre la depresión medicamentos como el Prozac.
Cualquier consideración del cerebro a nivel celular ha de tener en cuenta dos hechos. En primer lugar, la complejidad y la singularidad del cerebro tienen poco que ver con su composición física exclusivamente. El cerebro está compuesto de elementos comunes: carbón, nitrógeno, hidrogeno, fósforo… Parece fácil y, a la vez, es único. En segundo lugar, muchos de los mensajeros químicos utilizados por el cerebro para comunicarse se encontraban en organismos celulares nacidos hace más de ochocientos cincuenta millones de años. Por lo tanto, podemos decir que, al igual que nosotros, las primeras criaturas vivientes se comunicaron entre sí mediante una combinación de impulsos eléctricos y señales químicas.
El estudio del cerebro es la materia más importante del siglo XXI. Si cogemos los planes de estudios de cualquier universidad, tienen neurociencia como el centro de su modelo, desde la medicina hasta la economía, la filosofía, el derecho, la psicología o la educación.
En los últimos años, la neurociencia se ha fusionado con muchas otras disciplinas, generando nuevas áreas como neuroeducación, neuropsicología, neurofilosofía, neuromarketing, neuroeconomía o neurofinanzas.
El cerebro está ya vagando por todos los departamentos universitarios, donde los profesores debaten si la verdad estará detrás de un scanner o habrá que hacer más investigación de campo. Es tiempo de investigación del cerebro y de grandes descubrimientos. Pero tampoco tenemos que dejar de pensar en que no sabemos casi nada. Los medios con los que hoy valoramos y medimos el cerebro habrán cambiado en cinco años. Incluso el exceso de neurocelo científico ocasional ha llegado a exagerar muchísimo la capacidad de revelar por parte de la neurociencia el contenido oculto de nuestras mentes.
No podemos explicar todo el comportamiento mediante la neurociencia. La neurobiología del cerebro y las causas físicas es una cosa y el ámbito de la psicología de la persona y sus motivos son otras. Ambos son esenciales para la comprensión completa del porqué actuamos como actuamos, pero tanto el cerebro como la mente son diferentes marcos para explicar el paisaje de la experiencia humana y la distinción entre ellos es apenas una cuestión académica, aunque los matices generan implicaciones cruciales tanto en la forma como en el fondo de la experiencia humana.
Buena parte de la neurociencia se está dedicando a la investigación de la naturaleza humana, así como a la manera en que podemos aliviar más el sufrimiento humano.
El futuro de la neurociencia pasa por la inversión en investigación. Tan solo en los últimos cinco años se han invertido más de cuarenta billones en diferentes proyectos. Algunos tan sugerentes como:
La ciencia occidental ya considera que cambiar la mente es como cambiar el cerebro. Muchos creen que hay factores trascendentales que trabajan fuera de la mente y que inciden en esta en términos de energía y materia.
Sabemos que determinadas actividades mentales cambian el cerebro de numerosas maneras, incluyendo:
Y, en la medida que el cerebro cambia, también lo hace la mente, por ejemplo:
La condición humana no es únicamente abordable desde la psicología o la educación. Aprenderemos una perspectiva única de la mano de un referente internacional en paleontología: Juan Luis Arsuaga.
La vanguardia de la mente comienza hace miles de años en la paleontología. Es difícil hablar del ser humano contemporáneo sin hacer ese viaje fantástico por nuestra especie.
Es justo y además coherente que así sea, ya que España también ha sido la cuna de los grandes descubrimientos de la mente en la era prehistórica. Fue Altamira la fuente de ese gran núcleo de saber.
J.L. Arsuaga nos recuerda que, en la naturaleza, solo hay dos formas de estar: vivo o extinguido. En ese sentido, decimos que las especies que se han extinguido han fracasado porque ya no forman parte del núcleo de la biosfera. Así de implacable y lógica es la naturaleza. Lo peor adaptado es reemplazado por otro.
Para poder definir este concepto de superioridad fuera de este contexto de éxito o fracaso, tendríamos que preguntarnos qué entendemos por una especie superior o inferior.
Darwin se hacia la misma pregunta: ¿Es inferior la flora australiana a la flora europea? Y se contestaba a sí mismo que, para saberlo, lo único que podemos hacer es trasplantar en ambos sentidos y en función del resultado observar qué pasa.
Hay especies en un hábitat que son superiores, pero fuera de este no lo serian. Eso nos lleva a la conclusión que los hallazgos de la ciencia partiendo de un mismo hecho, tienen interpretaciones diferentes. Sobre todo, si se interpretan desde diferentes fuentes disciplinares.
J.L. Arsuaga es Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, de donde es Alma Mater, ostentando la Cátedra de Paleontología. Es codirector de numerosas excavaciones, la más famosa, la de Atapuerca. Ha recibido numerosos premios, distinciones y honores y han sido diversas entidades relacionadas con la evolución humana las que han reconocido su enorme trabajo.
Su obra es enorme: artículos, ensayos, libros, divulgación, comunicación... Su especialidad es la evolución de la humanidad y su cerebro a través de la alimentación. Con su equipo, ganó el Premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica en 1997.
El documental “El fascinante viaje de la especie humana” es una maravillosa introducción a la neurociencia. En él, Arsuaga hace un recorrido particular por la prehistoria y nos descubre cómo, a través del estudio de un cráneo, podemos conocer tantas cosas. En esta obra audiovisual, se repasa el estado de la cuestión de la evolución de la especie, considerando las diferentes hipótesis y descubrimientos.
Además, se trata asuntos relativos al comportamiento social, el clima, el origen del lenguaje, el funcionamiento del cerebro… todo ello intentando comprender cómo vivían nuestros antepasados.
“!La situación de la neurociencia actual puede compararse a la cartografía de un mapa medieval. Su mundo incluye territorios conocidos, vastas extensiones que serán objeto de exploración y territorios que se encuentran mucho más allá de lo que hayamos podido imaginar.”
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