Dentro de los riesgos financieros podemos destacar el denominado riesgo de mercado, consistente en la posibilidad de que una empresa sufra pérdidas en un determinado período debido a movimientos inesperados y adversos en los tipos de interés, de cambio, precios bursátiles y de las materias primas o “commodities”.
De esta forma para el caso del riesgo de tipo de interés, las empresas que prevean tener un exceso de cash-flow en un período futuro se verán influidas por los descensos en los tipos de interés, que le supondrán un menor rendimiento de sus inversiones. Por el contrario, las empresas que tengan una necesidad futura de financiación en el futuro estarán sometidas al riesgo de una subida de los tipos de interés que supondrá un mayor coste de su financiación.
Para el caso del riesgo de tipo de cambio, las empresas que tengan previsto un cobro futuro en divisas quedarán expuestas a un descenso en el cambio de la divisa, lo que le supondrá un ingreso menor, mientras que las que tengan que realizar un pago futuro estarán sometidas al aumento del tipo de cambio. De igual forma se podría analizar el resto de riesgos de mercado.
Definir la política que se va a seguir con respecto a la gestión del riesgo, es decir, si se va a cubrir totalmente durante todo el tiempo, si sólo parcialmente, o si no va a haber ninguna cobertura.
Determinar los activos y pasivos que van a verse afectados por las variaciones del tipo de interés, del tipo de cambio, etcétera.
Determinar la volatilidad de los flujos de caja y de los beneficios respecto de las variaciones de los tipos de interés y de cambio, mediante un análisis de sensibilidad. Este paso nos permitirá realizar una cuantificación del riesgo.
Identificar los instrumentos y productos de cobertura, que se ajustan a la política seguida por el equipo directivo. Los más utilizados son los contratos a plazo, los contratos de futuros, los contratos de opciones y las permutas financieras o swaps.
Idear diversas y diferentes estrategias para la gestión del riesgo de cambio y de interés según los diversos escenarios en los que se pueda encontrar la empresa.
Realizar previsiones sobre la posible evolución de los tipos y poner en marcha estrategias, que estén de acuerdo con las líneas maestras seguidas por el equipo directivo.
Los inversores serían indiferentes acerca de los planes de cobertura del riesgo llevados a cabo por las empresas si los mercados fuesen eficientes. Ellos podrían replicar la cobertura realizada por la empresa por lo que dicha operación no aportaría ningún valor a su inversión.
Los costes de insolvencia. La posibilidad de que una empresa sea insolvente depende del riesgo financiero, es decir, de la variabilidad de los flujos de caja o de la de los beneficios antes de intereses e impuestos.
Los costes de agencia. Cuanto más segura sea una empresa, menos necesidad habrá de que los acreedores y otros integrantes de la compañía necesiten controlar su gestión y, por tanto, menores serán los costes de seguimiento soportados por ella.
La fiscalidad. La cobertura puede reducir la cuota del impuesto de sociedades si éste fuese progresivo, al estabilizar los beneficios de la empresa en un nivel en el que su oscilación sea menor y, por tanto, la incidencia fiscal también lo sea.
La legislación. Al reducir la volatilidad de los beneficios, la cobertura, puede impedir que éstos caigan por debajo de algún límite legal, contable, etcétera.
Las decisiones de inversión. A través de la gestión del riesgo, la empresa puede predecir con mayor exactitud los flujos de caja que se espera genere un determinado proyecto de inversión y, además, podrá establecer un valor realista de los pagos futuros a realizar que no se vea afectado por las fluctuaciones de los beneficios.
Los costes de transacción. Este es un caso claro de cómo la gestión del riesgo crea valor para los accionistas. Si éstos últimos no pueden realizar una gestión del riesgo a un coste inferior y de forma tan eficiente como lo puede hacer la compañía, ciertamente se beneficiarán de la ejecución de dicha gestión al mínimo coste posible.
La dirección empresarial. La cobertura puede servir para reducir la preocupación del equipo directivo sobre el efecto que las variaciones de los tipos de interés, de cambio y otros riesgos sistemáticos ejercerán sobre los flujos de caja de la empresa, permitiéndole centrarse en la gestión pura del negocio de la misma y en la creación de valor para sus propietarios.
El riesgo económico hace referencia a la incertidumbre producida en el rendimiento de la inversión debida a los cambios producidos en la situación económica del sector en el que opera la empresa. El riesgo económico se refiere a la variabilidad relativa de los beneficios esperados antes de intereses, pero después de impuestos (BAIDT). Es una consecuencia directa de las decisiones de inversión. De manera que la estructura de los activos de la empresa es responsable del nivel y de la variabilidad de los beneficios de explotación.
También conocido como riesgo de crédito o de insolvencia, el riesgo financiero hace referencia a la incertidumbre asociada al rendimiento de la inversión debida a la posibilidad de que la empresa no pueda hacer frente a sus obligaciones financieras. Es decir, el riesgo financiero es debido a un único factor: las obligaciones financieras fijas en las que se incurre.
Desde el punto de vista del inversor, la forma de protegerse contra el riesgo financiero es la de colocar su dinero en aquellas organizaciones que carezcan de riesgo de insolvencia o que lo tengan muy bajo, es decir, el Estado, empresas públicas y empresas privadas con bajos coeficientes de endeudamiento.
El riesgo financiero es el resultado directo de las decisiones de financiación, porque la composición de la estructura de capital de la empresa -el nivel de apalancamiento financiero- incide directamente en su valor.
El riesgo de interés hace referencia a cómo las variaciones de los tipos de interés de mercado afectan al rendimiento de las inversiones. El director financiero de la compañía debe hacer frente a este tipo de situaciones mediante los mecanismos de gestión de riesgo adecuados.
La primera es que produce alteraciones en el valor de mercado de los activos financieros cuyos flujos de caja son independientes de los tipos de interés. Dicha variación tiene por objeto hacer a dichos activos más competitivos con relación a la rentabilidad de otras inversiones semejantes.
La segunda es que altera el valor de los flujos de caja si de alguna manera dichos flujos están relacionados con el valor del tipo de interés imperante.
El riesgo de interés puede, por lo tanto, afectar a las inversiones de dos formas distintas, por un lado, haciendo variar los flujos de caja y/o haciendo variar su valor de mercado. Además, las características que tienden a reducir la influencia del riesgo de interés en uno de ellos, simultáneamente, tiende a aumentarla en el otro. En otros casos, habrá empresas que verán aumentar sus costes financieros al hacerlo los tipos de interés, lo que llevará a un descenso de su precio de mercado.
El riesgo de inflación hace referencia a la incertidumbre que la existencia de la inflación provoca sobre la tasa de rendimiento real de una inversión. El riesgo para el inversor viene dado por la variación del poder adquisitivo de los flujos de caja generados por el proyecto, que surge al diferir la tasa de inflación esperada de la realmente producida.
Aquellos inversores, que pretenden alcanzar un objetivo determinado al final del horizonte temporal de su inversión, verán como la cantidad de dinero necesaria para conseguir dicho objetivo varía continuamente a causa de la reducción del poder adquisitivo.
Igualmente es importante diferenciar entre la rentabilidad real y la nominal de una inversión. Si vemos en la prensa que el tipo de interés de una Letra del Tesoro a un año de plazo es del 6%, somos conscientes de que es un tipo de interés sin riesgo y de que es una tasa de interés “nominal” (r). Esto último quiere decir que dicha cifra se compone de la tasa de inflación esperada para el próximo año (π) y de la tasa de rendimiento “real” (i).
(1 + r) = (1 + i) x (1 + π)
Donde: i = r – π
Por otra parte, el riesgo de inflación no afecta de la misma forma a todas las inversiones. Hay proyectos cuyo rendimiento esperado se encuentra gravemente afectado por las variaciones de la tasa de inflación, mientras que hay activos financieros que son inmunes a dicho riesgo.
El riesgo de cambio hace referencia a cómo las variaciones en los tipos de cambio de las divisas afectan al rendimiento de las inversiones. Es un tipo de riesgo sistemático puesto que no se puede eliminar a través de una buena diversificación. También están sometidos a este riesgo los inversores que adquieran activos financieros pagando con una moneda distinta a la suya propia.
Las exportaciones
Las importaciones
Los préstamos al extranjero.
Las inversiones directas en el extranjero están sometidas al riesgo de cambio de varias formas.
Los préstamos en divisas estarán sometidos al riesgo de cambio
Los empréstitos sobre los mercados internacionales de capitales
La exposición al riesgo de transacción, que proviene de la propia operación comercial de adquirir o vender bienes o servicios a cambio de una moneda extranjera en una fecha determinada.
La exposición al riesgo de traducción o riesgo contable, que proviene de la forma en que las convenciones contables reflejen la operación comercial en la que interviene una moneda extranjera.
La exposición al riesgo económico, que muestra como los cobros y pagos de la empresa variarán al modificarse los tipos de cambio.
Hace referencia a la incertidumbre asociada al rendimiento de la inversión debida a la dificultad potencial en hacer líquido el activo poseído. Cuanto mayor dificultad se encuentre en vender el activo, sin tener que ofrecer una rebaja sustancial en su precio, mayor será el grado de riesgo de liquidez que conlleve.
La liquidez implica tanto la posibilidad de convertir en dinero un activo como el que sea innecesario rebajar su precio para poder venderlo. Así, está claro que un activo invendible es ilíquido, pero también adolece de falta de liquidez el activo enajenable cuyo precio debe ser rebajado ostensiblemente para poderlo colocar.
El riesgo de liquidez, por tanto, se plantea particularmente cuando hay alguna razón para pensar en que hay que vender un activo con cierta urgencia. Si ésta última no existiese tampoco habría que preocuparse demasiado de dicho riesgo.
El riesgo legal proviene de la legislación que afecta a los contratos mercantiles o financieros realizados. Es decir, que el ordenamiento jurídico nacional e internacional, en su caso, ofrezca la seguridad necesaria de que los contratos se ajustan a derecho, son válidos y que se pueden hacer cumplir. Evidentemente, las pérdidas debidas al incumplimiento de la legislación también se contemplan dentro de la definición de dicho riesgo.
Cuando el riesgo legal procede de una compañía o de sus objetivos. En este caso se puede considerar al riesgo legal como una forma de riesgo operativo porque los controles sobre este tipo de riesgo fueron inadecuados para posibilitar una respuesta a los temas legales.
Cuando el riesgo legal surge debido a que un cambio en la legislación provoca un resultado imprevisto y desagradable. Puede deberse a: alteraciones en la legislación; que una ley difusa se vuelve clara; o que una ley clara es ampliamente ignorada o mal comprendida.
El valor de mercado de las acciones y bonos de una empresa cae cuando la compañía anuncia que entra en un proceso de litigación. Los costes de litigación y la incertidumbre del veredicto incrementan el coste del capital de la empresa.
Incumplimiento de la normativa sobre la fabricación de productos
Incumplimiento de la legislación antimonopolio
Propiedad intelectual
Problemas con los empleados
Fallos en los contratos
Recursos por parte de los accionistas
Del riesgo legal se deriva el denominado riesgo de desacuerdo, que surge cuando las partes no se ponen de acuerdo en la interpretación de los términos de un contrato previamente firmado por ambas.
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