Con el tiempo, la nueva información se guarda con menos eficacia, por el uso. No existe límite de edad para aprender, pero sí hay hábitos perdidos o contenedores un poco oxidados. Los estudios sobre la neuroplasticidad en el aprendizaje que llevaron a cabo Blakemore y Frith (2007) hablan de que el cerebro está capacitado para aprender toda la vida y adaptarse al medio, y que la rehabilitación o el aprendizaje es posible hasta en la vejez.
El cerebro se está adaptando continuamente a su entorno, eso es lo que nos enseña la neuroplasticidad, pues mientras más aprendamos sobre sus funciones y posibilidades, mayores serán los logros que alcancemos en los procesos de aprendizaje, propios y de nuestros alumnos.
Las emociones desagradables (rabia, ira, tristeza, depresión, ansiedad, preocupaciones…) inciden en el contenedor de aprendizaje ya que paran la capacidad mental cognitiva (memoria activa), es decir, la capacidad de retener en la mente toda la información que correspondería a la actividad que se está desarrollando.
Biológicamente, sabemos que la corteza del neocórtex es responsable de la memoria activa y del recuerdo. Allí se unen las sensaciones y emociones. Cuando nuestros circuitos límbicos se encuentran saturados por el estrés, la perturbación, la depresión o el trauma, quedan totalmente afectados y la eficacia de la memoria activa no funciona, no se puede pensar.
Las emociones dirigen nuestra atención, creando significado y significadores, y tienen sus propios caminos del recuerdo. LeDoux (1999) y, más tarde, Eric Jensen (2005) nos han ayudado a centrar la mente y a fijar las prioridades de lo que conocemos como el contenedor de aprendizaje. Las emociones no solo nos dan fuerza, sino que pueden operar e incidir en nuestros objetivos. Las emociones son transmisoras también de datos lógicos y analíticos.
El primer descubrimiento otorga a las emociones un valor como algo sólido, es decir, un tipo de realidad con fundamento que se puede medir; información concreta como la que podemos tocar. Los neurocientíficos separan emociones de sentimientos. Las primeras son mecanismos biológicos automatizados (como el placer, el miedo, el gozo, la ira, la rabia, la tristeza…). Los estudios sobre la neurodiversidad dicen que esas emociones son universales y están en todas las personas pero que hay emociones para las cuales los investigadores han encontrado lugares o ubicaciones especiales en el cerebro: el miedo y el placer. Por ese motivo, podemos decir que están biológicamente vinculadas al aprendizaje y dominadas por temas como la amenaza o la recompensa.
Teniendo en cuenta esto, nuestros estudiantes y docentes necesitan aprender las destrezas necesarias para moldear sus emociones y poder transformarlas en una serie de conductas positivas que no sean respuestas automáticas. Esto es muy importante para no tener un estudiante muy bueno pero estresado o ingobernable emocionalmente hablando. Los estados emocionales inciden en nuestra personalidad y nos ayudan a tomar la mayoría de las decisiones, para bien o para mal.
Goleman (2000) se refiere a las emociones como un tipo de razón o de inteligencia.
El término de IE se refiere también a la capacidad que tiene el ser humano de reconocer emociones y sentimientos propios y ajenos, de motivarnos y gestionarlo bien tanto en nosotros mismos como en nuestras relaciones y en los contenedores. Esta actitud de comprender, motivar y gestionar el contenedor emocional se describirá más tarde como la inteligencia social. A veces, pensamos que la inteligencia es puro CI pero hay muchas personas tremendamente inteligentes en materias de CI que son poco hábiles con sus emociones.
Los contenedores en los que vivimos pueden ser tóxicos o no; por ello es importante estar atento a todo lo que surge. Las emociones pueden estar claramente contaminando la vida emocional de las personas. Factores como la rabia reprimida, el estrés, la ansiedad, la depresión o la violencia hacen que las personas aprendamos o no aprendamos, que asimilemos lo que sucede o no asimilemos; así es que muchos quedamos atrapados en sistemas eficaces pero que vivimos ineficazmente. Cuando algo está entorpeciendo nuestra atención, casi siempre es cuestión de emociones, algún asunto que tenemos que elaborar y procesar como humanos.
La memoria activa es una función ejecutiva que tiene que ver también con la salud mental. Hace posible que nos podamos esforzar intelectualmente y nos hace desempeñar una proposición lógica, o no. En referencia a esto, vamos a tratar algunos de los procesos más importantes implicados en el aprendizaje.
A veces, cuando la sinapsis libera dopamina, serotonina y endorfinas, el mensaje va más rápido y se entiende más fácilmente; se necesita estimular al cerebro para que libere la mayor cantidad posible de sustancias. Eso quiere decir que tenemos que permitir a los alumnos que se pongan de pie, se estiren, salten o se toquen. También hay actividades que estimulan el cerebro para que empiece a liberar sustancias químicas.
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