Como cualquier otra actividad económica, los proyectos necesitan de financiación para poder llevarse a cabo. El análisis económico-financiero presta atención a lo que el proyecto genera, pero esta visión ha de ser complementada con el análisis de las fuentes de financiación de la empresa.
Se conoce como tal a la que procede de inversores privados, tanto empresas como particulares. Su característica más importante es que persigue como objetivo fundamental la obtención de una cierta rentabilidad económica.
La teoría de la jerarquía (Pecking Order Theory) sostiene que, cuando una empresa se plantea la financiación de inversiones a largo plazo, tiene un orden de preferencias establecido respecto de las fuentes de financiación a utilizar. En primer lugar, recurre a sus reservas (beneficios retenidos que constituyen una forma de autofinanciación). Si esta resulta insuficiente, buscará el endeudamiento tanto bancario como a través de la emisión de deuda corporativa. Solo finalmente, si ninguna de las alternativas anteriores resultase factible, se procedería a emitir nuevas acciones, ya que esta es la opción menos deseada por las empresas.
Los beneficios obtenidos que no se distribuyen a los accionistas como dividendos se reinvierten en la empresa. Su coste no es cero. La teoría financiera considera que su coste es igual al de las acciones (Watson y Head, 2004). Existen varias explicaciones para esto. Por un lado, si se ve desde el punto de vista del coste de oportunidad de haber sido distribuidos a los accionistas, estos habrían obtenido de ellos un rendimiento similar al de sus acciones. Por otro lado, la empresa ha de emplear estos recursos en inversiones que mantengan la rentabilidad actual de los accionistas.
De lo contrario, estos, como propietarios de la empresa, les reclamarían a los directivos su distribución para evitar que se inviertan mal en proyectos y activos que están reduciendo la rentabilidad de su inversión en acciones de la empresa al no generar suficiente valor para la misma. Si, por ejemplo, la rentabilidad actual que están obteniendo los accionistas es del 14 % y la empresa acomete inversiones que no generen este nivel de ganancias, la rentabilidad global se reducirá, perjudicando a los accionistas que ven cómo sus acciones resultan menos rentables.
En cualquiera de los dos casos, tiene un coste explícito para la empresa que son los gastos financieros por intereses con los que se retribuye a los inversores. La existencia de elevados niveles de deuda incrementa el riesgo de la empresa, ya que se considera que puede tener más dificultades para atender el pago de la deuda si su nivel de ingresos disminuye, lo que indirectamente repercutiría en sus costes de financiación al incrementar el nivel de rentabilidad exigido por los accionistas.
La emisión de títulos en los mercados de deuda es una alternativa costosa, ya que conlleva una serie de costes asociados, como por ejemplo auditorías, informes legales, gestión de pagos, etc. lo que dificulta su utilización por parte de las pequeñas empresas. Son muy diversos los tipos de títulos que se pueden emitir y con distintos plazos de vencimiento: los bonos y obligaciones son a medio y largo plazo, mientras que los pagarés tienen un horizonte temporal más corto.
La emisión de nuevas acciones, también conocida como ampliación de capital, tiene implicaciones negativas para los viejos accionistas, que ven como al incrementarse la base accionarial pueden disminuir los importes a recibir en concepto de dividendos. Desde el punto de vista de la empresa, le obliga a mejorar sus resultados para mantener sus niveles de rentabilidad.
Es la que aportan entidades de carácter público. Es el caso, por ejemplo, de ministerios y otros organismos gubernamentales, instituciones municipales, provinciales y autonómicas.
Su rasgo diferenciador más significativo es que son recursos financieros orientados a conseguir un mayor bienestar social y, con ello, un mayor nivel de desarrollo. Fontaine (citado en Aguilera y Sepúlveda, 2005, p. 92) considera que “el crecimiento económico de los países depende tanto de la cantidad como de la calidad de las inversiones emprendidas por sus sectores público y privado”. Este planteamiento justifica el que estos fondos públicos no se destinen únicamente a inversiones en capital físico, sino también en capital humano y ambiental y capital del conocimiento (Aguilera y Sepúlveda, 2005). Un buen ejemplo de ello es la financiación de actividades científicas cuyo retorno es a largo plazo y que no siempre se concreta en resultados exitosos.
En los últimos años, principalmente en países anglosajones con mercados financieros interesados en apoyar este tipo de iniciativas, se han desarrollado lo que se conoce como asociaciones público-privadas (public-private partnerships – PPP). Su objetivo fundamental es incrementar el volumen de recursos disponibles para la realización de actuaciones públicas, atrayendo para ello a empresas privadas que, a cambio de aportar la financiación, obtienen ciertos derechos para la explotación de estos activos. De este modo, se satisfacen la creciente tendencia hacia la necesidad de una mayor eficiencia en la gestión de los recursos públicos, que supuestamente sí existe en el ámbito privado, y se evita que aumente el volumen de endeudamiento de las arcas públicas, manteniendo sus niveles de déficit bajo control. El resultado es un mejor comportamiento de determinadas variables macroeconómicas que tiene efectos positivos sobre las empresas, permitiendo a los Gobiernos continuar desarrollando su acción social.
Es la que conceden los bancos multilaterales. Estos son instituciones supranacionales cuyos accionistas son países. Se caracterizan porque sus objetivos son la promoción del progreso económico y social en países en desarrollo, apoyando inversiones y generación de capital (European Investment Bank, 2015). Son instituciones con una presencia muy importante en los mercados financieros internacionales, a los que acuden emitiendo títulos que les permiten financiar sus operaciones. Además, prestan servicios de asistencia técnica a los países que se lo solicitan.
El Banco Mundial es la institución de financiación multilateral más conocida e importante. Surgió a raíz del acuerdo de Bretton Woods en 1944. Incluye diferentes instituciones, cada una de ellas especializada en aspectos distintos de la financiación.
Instituciones del grupo del Banco Mundial |
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Institución |
Actividad |
IBRD (International Bank for Reconstruction and Development) |
Préstamos a gobiernos a tipos de interés con base en el mercado. |
IDA (International Development Association) |
Préstamos a bajos tipos de interés y con plazos de amortización largos a países pobres y en dificultades. |
IFC (International Finance Corporation) |
Préstamos e inversiones en el capital del sector privado en países en desarrollo. |
MIGA (Multilateral Investment Guarantee Agency) |
Cobertura de riesgo político a inversores extranjeros con el fin de promover la inversión extranjera directa en países en desarrollo. |
ICSID (International Centre for Settlement of Investment Disputes) |
Facilita la conciliación y arbitraje de disputas entre Gobiernos e inversores extranjeros privados. |
Todo lo anterior les permite ser los proveedores de fondos en proyectos de desarrollos económicos costosos y largos que, normalmente, van a afectar a sectores fundamentales de la economía como por ejemplo educación, sanidad, infraestructuras de transporte y comunicación, agricultura, medio ambiente, administración pública y gestión de recursos naturales.
A diferencia de la financiación bilateral, en la que el grado de control sobre el destino y utilización de los fondos que tienen los donantes es muy elevado, en la multilateral los beneficios resultan de repartir los costes del proyecto entre muchos y de no tener que asumir el posible impacto negativo derivado de un apoyo directo y explícito a determinadas políticas y países.
La creciente importancia que se da en todos los países al desarrollo de actividades sociales y científicas ha contribuido a la aparición y consolidación de otras fórmulas de financiación que permiten que estos proyectos se lleven a cabo sobre la base de la disponibilidad de los recursos, más que por su rentabilidad económica.
La idea de la filantropía como donación de recursos orientada a mejorar la existencia del prójimo no es un concepto nuevo. Sin embargo, ha visto un resurgir en los últimos años por el creciente interés de personas de elevado nivel de riqueza por financiar diferentes tipos de actividades, desde proyectos de investigación, como podrían ser los destinados al desarrollo de vacunas contra ciertas enfermedades, a otros de carácter más social, como pueden ser programas de alfabetización. Asimismo, ha adquirido una importancia creciente la filantropía corporativa constituida por las contribuciones que realizan las empresas de parte de sus beneficios para financiar al sector civil y a organizaciones sin ánimo de lucro. En ocasiones las realizan las empresas directamente, y en otras a través de fundaciones creadas por ellas. En todos los casos, la característica más importante que justifica la aportación de estos fondos no es la rentabilidad económica que pueda derivarse de estas acciones, sino su efecto positivo sobre la sociedad y, por extensión, sobre la imagen y reputación de quien las financia.
El mecenazgo es otra alternativa para que el sector privado participe en la financiación de actividades del sector público. Consiste en promover la realización de donaciones a cambio de incentivos y ventajas fiscales. Algunas formas posibles de mecenazgo son el establecimiento de convenios de colaboración con empresas para la realización de actividades de interés general, sufragio de gastos y participación en programas de apoyo a acontecimientos de interés público excepcional. De este modo, las empresas consiguen beneficios intangibles vinculados al desarrollo de su imagen corporativa.
En una línea similar a la anterior se sitúa el patrocinio. Suele considerarse que se diferencia del mecenazgo en sus objetivos, más centrados en productos tangibles que en intangibles, como pueden ser la cultura o el arte, siendo habituales para este último. Se le define como “una prestación económica o material que realiza una organización a favor de un proyecto que no constituye su actividad principal a cambio de obtener algún tipo de rendimiento” (Ministerio de Educación, 2015). Lo que se busca es obtener un beneficio en la forma de una mejora de la imagen de la empresa. Debe responder a la estrategia de la empresa, ya que es una actuación de gestión. Es una inversión en imagen que se utiliza como una herramienta de comunicación.
Son empresas que se caracterizan por la presencia de un objetivo altruista normalmente dirigido a un determinado grupo de la sociedad. La Fundación Skoll los define como “líderes probados cuyos enfoques y soluciones a los problemas sociales están ayudando a mejorar las vidas y circunstancias de incontables individuos desfavorecidos” (citado en Curto, 2012, p. 8).
Tipología de empresas sociales |
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ONG tradicional |
1. El objetivo social o medioambiental es lo fundamental. 2. Tiene status de organización sin ánimo de lucro. |
Empresa social sin ánimo de lucro |
1. Igual que la ONG. 2. Es innovadora en sus proyectos. |
Empresa social híbrida |
1. El objetivo social o medioambiental es el único. 2. Existe una estrategia de generación de ingresos, integrada con la misión de la organización. |
Empresa social con ánimo de lucro |
1. El objetivo social o medioambiental no tiene porqué ser el único, aunque ocupa una posición importante. 2. Existe una estrategia clara de generación de ingresos. |
Representan la parte más conocida de las microfinanzas que no son más que “la prestación de servicios financieros a personas de bajos ingresos” (Portal de Microfinanzas, 2015).
Su relevancia en el ámbito de la gestión de proyectos viene dada por su importancia como mecanismo de financiación de pequeñas iniciativas empresariales cuya evaluación debería realizarse también conforme a criterios de rentabilidad económica y no solo de inclusión social (acceso a grupos desfavorecidos) y financiera (ampliación de la oferta de productos financieros y del alcance de los mercados financieros).
Inicialmente desarrollados en países del Tercer Mundo, han sido adoptados por instituciones financieras en países desarrollados, que ven en ellos un instrumento alternativo para dar respuesta a los problemas derivados de la crisis económica tales como la falta de empleo estable y el desarraigo familiar. No hay que olvidar que este tipo de créditos ha tenido como principales beneficiarios a mujeres.
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