El ruido en las ciudades hace que todos los ciudadanos se vean afectados, ya que puede tener un impacto considerable en la calidad de vida de las personas. Los estudios realizados muestran que la exposición al ruido aumenta el riesgo de sufrir hipertensión y ataques al corazón. Existen pruebas de que los niveles depresión sonora superiores a 50 dB(A) durante la noche guardan relación con el aumento de la presión sanguínea.
Además, el ruido disminuye la calidad de vida desde un punto de vista más general: Interfiere con la comunicación, en la carretera, e incluso a nivel de interior de la vivienda. Mucha gente reacciona y abandona la ciudad por este motivo.
Cada vez son más las ciudades europeas conscientes de que el ruido requiere una estrategia de reducción propia, dedicada y a largo plazo, y que no se puede abordar simplemente de forma indirecta a través de otras políticas. La lucha contra el ruido exige un planteamiento local y personalizado para reducir el ruido en las carreteras existentes y para las viviendas existentes. Sin embargo, hay numerosas sinergias entre las medidas para combatir el ruido y otras medidas sostenibles de desarrollo y transporte urbano.
Además, muchas de las medidas para combatir el ruido también mejoran la calidad del aire en uno de los nuevos retos de la política medioambiental A la hora de hablar del coste de la elaboración y sobre todo de la ejecución de los planes de acción contra el ruido, debemos tener en cuenta que el propio ruido genera gastos. Estos gastos están relacionados por ejemplo con la salud (tratamientos médicos) y con la bajada de los precios de las viviendas y los ingresos por alquiler.
El ruido se considera contaminación acústica cuando implica molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza. El ruido causa molestias graves y efectos sobre la salud de los individuos, sobre su comportamiento y su actividad. A continuación, se describen algunos de sus efectos.
Una de las funciones principales del oído es la de convertir las ondas sonoras en vibraciones que estimulen las células nerviosas, para ello el oído tiene tres partes claramente identificadas. Estas secciones están interconectadas y son el oído externo, el medio y el interno. Cada parte tiene funciones específicas dentro de la secuencia de procesamiento del sonido.
Las vibraciones sonoras mueven unas vellosidades que se encuentran en estos canales y estimulan las conexiones con el nervio auditivo.
La membrana basilar es una membrana situada en el interior de la cóclea. Es la responsable de la respuesta en frecuencia del oído humano, varía en masa y rigidez a lo largo de toda su longitud, con lo que su frecuencia de resonancia no es la misma en todos los puntos.
Esto origina que dos sonidos de frecuencias próximas superponen sus efectos en la misma región de la membrana basilar por lo que apenas suman su efecto sonoro. La percepción de sonoridad depende de varios factores y es subjetiva. El oído es más sensible a frecuencias medias que a bajas y altas frecuencias.
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