La exposición constante a factores de estrés, la resistencia de los microorganismos patógenos a los fármacos, la reducción de la calidad de la producción de alimentos, la introducción de la ingeniería genética... todo ello tiene un impacto negativo en el funcionamiento de los sistemas y del organismo en su conjunto.
Pero ningún factor tiene un impacto tan fuerte en las células y los tejidos del cuerpo humano como la cultura del comportamiento alimentario. Y por mucho que los escépticos culpen a la genética, incluso su papel es secundario en esta etapa teatral de la vida.
La composición química y biológica de los alimentos, así como el agua que ingerimos afecta a nuestro desarrollo psicofísico, estabilidad emocional, apariencia, capacidad de trabajo, estado de ánimo, calidad corporal y calidad de vida en general. Es comparable al combustible con el que llena el depósito de su coche: sí, la gasolina de mala calidad también hará funcionar el motor, la única pregunta es: ¿hasta dónde llegará el coche con ella y cuánto tiempo podrá hacerlo? Al fin y al cabo, somos lo que comemos.
Es inevitable que la edad haga ajustes en el estilo de vida, el régimen y la dieta. Por ejemplo, si un trozo de pastel de chocolate a los 18 años (teniendo en cuenta el funcionamiento normal del aparato digestivo) tiene pocos efectos sobre su aspecto y no provoca ningún trastorno en la secreción de insulina ni en la capacidad de respuesta de los receptores a la misma, a los 60 años las consecuencias serán mucho más notables.
Las características del metabolismo implican cambios constantes en los hábitos alimenticios de las personas, el estilo de vida sedentario y el sobrepeso, que es un fiel compañero, sólo contribuyen al realce de muchas enfermedades.
Somos lo que comemos: el significado de esta frase pregonada por Hipócrates, así como la influencia directa de la calidad de la nutrición en la salud, no ha sido pensada más que por personas totalmente indiferentes a su modo de vida. Los alimentos que ingerimos tienen un efecto directo en nuestra vitalidad, bienestar y calidad de vida.
Hoy en día la alimentación sana está muy de moda y todo el mundo sabe que hay que dejar la comida chatarra. Pero poca gente sabe qué añadir a su dieta, además de puros cereales, verduras y proteínas.
Para ello, es necesario diversificar la dieta para que cada caloría que se consuma esté llena de vitaminas, minerales y fitonutrientes.
Para los niños, en particular los recién nacidos, la estructura y la actividad funcional del organismo difieren mucho de las de los adultos y presentan una serie de características peculiares. Entre ellas se encuentran una mucosa delicada y fácil de dañar, una baja actividad de los jugos digestivos y de las enzimas en general, y una base submucosa bien distribuida.
A medida que el niño crece, el esófago en forma de embudo también aumenta gradualmente su longitud, hasta alcanzar los 12 a 15 centímetros. El estómago es horizontal y el esfínter cardíaco (una capa anular de músculos en el borde del esófago) está poco desarrollado, por lo que tienen regurgitación debido a la deglución de aire durante el acto de succión, la llamada aerofagia fisiológica.
El páncreas es pequeño y está bastante profundo en la cavidad abdominal. Posteriormente, su ubicación cambia - originalmente situada a nivel de la décima vértebra torácica, llega gradualmente a la primera vértebra lumbar. Además, hay que tener en cuenta su buena irrigación sanguínea y la diferenciación celular activa hasta los catorce años.
El hígado, a pesar de su tamaño, tiene una capacidad funcional relativamente pequeña, especialmente en su sistema enzimático. Esto suele provocar ictericia fisiológica en los recién nacidos debido a la inmadurez de la enzima que conjuga la bilirrubina indirecta y tóxica (UDF-glucuronil transferasa), así como a la hemólisis activa de los eritrocitos (tras el nacimiento se produce una mayor sustitución de la hemoglobina fetal (HbF) por la hemoglobina A contenida en los glóbulos rojos adultos).
La bilis de los niños también es muy diferente de la de los adultos: es pobre en ácidos biliares y colesterol, mientras que la mucina, los pigmentos y el agua son sus componentes predominantes.
A cualquier edad es muy importante mantener un buen régimen hídrico, ya que el agua no sólo es un disolvente universal y un medio en el que se producen la mayoría de las reacciones químicas, sino también el elemento principal de todas las secreciones y jugos digestivos (por ejemplo, en la bilis del hígado su concentración puede alcanzar el 93%).
El consumo de agua (y no como parte de jugos, sopas, tés u otras bebidas azucaradas) en el cuerpo de un niño es un requisito previo para el desarrollo y funcionamiento normal de todos los sistemas y órganos.
Las proteínas son el material de construcción que los órganos y tejidos necesitan especialmente durante los períodos de crecimiento rápido.
La mayoría de las hormonas y todas las enzimas del organismo son de naturaleza proteica, de ahí la necesidad de una ingesta adecuada de proteínas y aminoácidos esenciales con la alimentación en los niños.
Igualmente, importante es la necesidad de una actividad enzimática suficiente para su descomposición y posterior absorción. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, la infección por H.pylori, cuya irrigación provoca una alteración de la integridad de la mucosa gástrica y, como consecuencia, un fallo en los mecanismos de descomposición y absorción de las proteínas.
Las grasas son la estructura más significativa de las membranas celulares. Forman parte de todos los tejidos del cuerpo, incluida la materia blanca y gris del cerebro. Así, la vaina de mielina, en la que hasta el 80% del residuo seco está formado por lípidos, proporciona una conducción aislada (es decir, estrictamente a lo largo de una fibra) de los impulsos nerviosos, cuya velocidad es muchas veces mayor que la de las ramas de las células nerviosas desprovistas de mielina.
El colesterol que viene con los alimentos y es sintetizado por el hígado otorga labilidad a las membranas, sirve como materia prima en la producción de hormonas sexuales y hormonas de la corteza suprarrenal, vitamina D y ácidos biliares.
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