El boom del turismo de masas supuso el comienzo de una actividad turística que centraba su atención en los aspectos económicos del turismo, por encima de los impactos negativos que ésta pudiera causar en el medio ambiente o en las comunidades directamente afectadas.
Sin embargo, el agravamiento de las crisis ecológicas y sociales a nivel mundial fueron generando, a partir de la década de los 90, una mayor concienciación social y preocupación por temas medioambientales entre la ciudadanía que, en la actividad turística, se ha traducido en un cambio en las expectativas de los viajeros. Cada día son más evidentes las exigencias de los turistas hacia un turismo más participativo, respetuoso con el entorno y próximo a la cotidianidad de los residentes locales.
Ya en el año 1978 la Organización Mundial del Turismo estableció un comité ambiental para consensuar las líneas de trabajo necesarias para la consecución de un turismo respetuoso con el medio ambiente. Sin embargo, no fue hasta mediados de los años 90 cuando los organismos internacionales emprendieron diferentes actividades en pro del turismo sostenible.
En 1994, se firmó en la ciudad danesa de Aalborg, la “Carta de las Ciudades Europeas hacia la Sostenibilidad”, un texto clave para la puesta en marcha de los procesos de Agenda 21 que, partiendo del documento básico de la Cumbre de Río de 1992, pretende involucrar a las ciudades de Europa en la sostenibilidad.
“Los viajes y el turismo deberían ayudar a conseguir una vida sana y productiva en armonía con la naturaleza.
Los viajes y el turismo deberían contribuir a la conservación, protección y restauración de los ecosistemas de la Tierra.
Los viajes y el turismo deberían basarse en modelos de producción y consumo sostenible.
Las naciones deberían cooperar en promocionar un sistema económico abierto, en el cual el comercio internacional de servicios turísticos y viajes tenga lugar sobre una base sostenible.
Los viajes y el turismo, la paz, el desarrollo y la protección medioambiental son interdependientes.
El proteccionismo en materia de comercialización de servicios turísticos y de viajes debería ser suprimido o reducido.
La protección medioambiental debería constituir una parte integral de proceso de desarrollo turístico.
Las cuestiones relacionadas con el desarrollo turístico deberían ser tratadas con la participación de los ciudadanos involucrados, y las decisiones de planificación tomadas a nivel local.
Las naciones deberían advertirse mutuamente en caso de catástrofe natural susceptible de afectar a turistas o regiones turísticas.
Los viajes y el turismo deberían utilizar su capacidad al máximo para crear empleo para las mujeres y pobladores locales.
El desarrollo turístico debería reconocer y apoyar la identidad, la cultura y los intereses de las poblaciones locales.
El sector de los viajes y el turismo debería respetar la legislación internacional relativa a la protección del medio ambiente”. (Manual del Turismo Sostenible, 2003).
En 1999, la Asamblea General de la OMT hizo público un “Código Ético Mundial para el Turismo” dirigido a todos los agentes implicados en materia turística. Este organismo y el PNUMA fueron los encargados de coordinar todas las actividades para 2002, designado por Naciones Unidas como el “Año Internacional del Ecoturismo”.
En agosto de ese año, durante la “Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible”, la OMT presentó la iniciativa “Turismo y reducción de la pobreza”, en la que por primera vez se hablaba de la actividad turística como una actividad económica viable a largo plazo, capaz de reportar a todos los agentes unos beneficios socio-económicos bien distribuidos que contribuyan a la reducción de la pobreza, oportunidades de empleo estable y de obtención de ingresos y servicios sociales para las comunidades anfitrionas.
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