En un sentido simple, el aprendizaje no asociativo es cuando alguien aprende sobre algo sin necesidad de relacionarlo con otras cosas. Se trata de cómo respondemos a algo específico sin conectarlo a nada más.
Este aprendizaje explica cómo el cerebro se adapta a lo común y reacciona a lo inusual en un determinado entorno, sin necesariamente conectar estas experiencias con otras cosas. Es una forma natural en la que aprendemos a lidiar con el mundo que nos rodea.
El aprendizaje no asociativo es un proceso en el cual una persona modifica su respuesta a un estímulo repetido, sin que exista una relación directa entre el estímulo y una recompensa o consecuencia.
Este tipo de aprendizaje no implica ninguna asociación con recompensas o castigos, sino más bien una adaptación a estímulos que se vuelven familiares o menos relevantes con la exposición repetida.
Pongamos como ejemplo el caso de alguien que se muda a una zona ruidosa, al principio puede ser molesto, pero con el tiempo se acostumbrará a ello. Este es un ejemplo del tipo habituación (la persona se habitúa al estímulo). Pero existe otra forma de responder a un estímulo, que se llama sensibilización, y es todo lo contrario a la habituación, pues la persona se sensibiliza cada vez más a un estímulo. Esto lo explicamos justo a continuación.
El aprendizaje no asociativo se clasifica en dos tipos principales: habituación y sensibilización.
La habituación es cuando te acostumbras a algo que sucede mucho y tu respuesta a eso se debilita con el tiempo.
Por ejemplo, supongamos que vives cerca de una cascada con un sonido constante de agua cayendo. Al principio, encuentras el sonido relajante y te ayuda a dormir. Con el tiempo, te acostumbras tanto a ese sonido que ya ni siquiera lo notas. Es decir, tu respuesta al sonido de la cascada se ha debilitado debido a la exposición constante.
La sensibilización es cuando algo que ocurre con frecuencia te afecta cada vez más, volviéndote más sensible a ello.
Por ejemplo, si trabajas en un entorno donde ocasionalmente suenan alarmas fuertes, como en un laboratorio, la primera vez que escuchas una alarma puede sorprenderte pero no te afecta mucho. Sin embargo, si continúas escuchando esas alarmas de manera repetida, tu reacción se vuelve más intensa, y cada vez que escuchas una, sientes un mayor nivel de alerta y tensión. En este contexto, tu respuesta a las alarmas se habrá hecho más fuerte debido a la exposición repetida.
Podemos decir que el habituamiento nos ayuda a evitar la sobreestimulación por estímulos irrelevantes, mientras que la sensibilización nos prepara para reaccionar rápidamente ante lo inesperado.
El aprendizaje asociativo se basa en la idea de que los individuos aprenden a asociar estímulos o eventos relacionados entre sí. Por ejemplo, el condicionamiento clásico de Pavlov, donde un perro aprende a asociar la campana con la comida, es un ejemplo de aprendizaje asociativo. Aquí, se crea una conexión entre dos estímulos.
En cuanto al aprendizaje no asociativo, como hemos comentado, este se refiere a la adaptación de un individuo a un estímulo repetido, ya sea disminuyendo la respuesta (habituación) o aumentándola (sensibilización), sin necesidad de asociar diferentes estímulos. Es más una respuesta directa a un estímulo específico sin implicar relaciones entre múltiples estímulos.
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