Los estudios representan una experiencia inolvidable y una fuente de contenidos de primer nivel. Los problemas aparecen cuando los estudiantes tienen que pasar las pruebas y exámenes. Con las evaluaciones también llegan el estrés y la ansiedad que genera el sistema de evaluación tradicional.
En la formación académica a nivel mundial impera la lógica de aprobado y suspenso. La esperanza se coloca en que las calificaciones realmente determinan el conocimiento adquirido. Sin embargo, en diferentes partes del mundo, hoy en día, este paradigma está muy cuestionado.
¿Realmente una calificación mide el aprendizaje en una persona? Con esta pregunta ‘elemental’ se comenzó a investigar la calidad y eficacia del sistema de evaluación que se aplica en el país. Obteniendo como resultado que la cuantificación numérica no explica el nivel de información adquirido por los estudiantes.
Dentro de la educación primaria, se están obteniendo mejores resultados con las evaluaciones que informan sobre los logros obtenidos por los niños. Es decir, que orienten al docente sobre la calidad de los conocimientos que llegaron a asimilar los pequeños.
Por lo tanto, se han elaborado instrumentos de evaluación que ilustran con mayor detalle los progresos. Al mismo tiempo, permiten identificar las deficiencias en determinadas áreas. De esta forma, los profesores podrán elaborar estrategias correctivas.
En la enseñanza tradicional, se toman los logros por la cantidad de puntos alcanzados. Esto implica que la calificación del aprendizaje se ata a una determinada capacidad cognitiva que, por lo general, es la memorización. Este sistema de evaluación sobrevalora aspectos específicos de la inteligencia y la capacidad de aprender nuevos conocimientos, dejando de lado otro tipo de competencias.
Muchas instituciones están incorporando un enfoque diferente y dan mayor énfasis a la capacidad de procesar la información de forma integral y holística. Esto implica que la evaluación se enfoca en las competencias alcanzadas por los estudiantes. Incluye un proceso de autoevaluación de parte de los alumnos, así como de coevaluación junto a los profesores, a fin de propiciar la reflexión personal.
Cada persona posee unas características particulares y un ritmo propio de aprendizaje. Por lo general, un sistema de evaluación tradicional propicia la competencia poco adecuada entre compañeros, lo que puede traducirse en conductas sociales conflictivas.
En una evaluación formativa importa conocer las diferencias subjetivas de las personas. En tal sentido, comprender la capacidad de cada estudiante es esencial. Una metodología de trabajo orientada en este sentido consigue mejoras evidentes y cuantificables en el rendimiento académico. Gracias a ello, cada individuo puede apoyarse en sus fortalezas para construir nuevos conocimientos en las áreas que le resulten más difíciles.
Por otra parte, y no menos importante, se impulsa el sentimiento de fraternidad entre los compañeros de estudio. Lo que también influye decididamente en las mejoras dentro del rendimiento académico, al mismo tiempo que se refuerzan los valores positivos.
Los resultados del sistema de evaluación tradicional suelen generar mucha angustia entre los estudiantes. El hecho de ser expuesto con un calificativo negativo, repercute de forma directa en la autoestima del alumno. Por lo cual, a veces se intenta ocultar las calificaciones. Incluso existen instituciones con sistemas que evitan mostrar las ponderaciones. Esta enseñanza implica que está mal equivocarse y que un resultado negativo es inaceptable.
El sistema académico alternativo coloca a la evaluación como una herramienta de superación en el cual participan todos los miembros de la colectividad. Este cambio de percepción permite asumir el error como parte del aprendizaje. Por lo tanto, las evaluaciones son totalmente transparentes entre los compañeros de estudio y el profesor. Esto ocasiona un ambiente constructivo, en el cual se toman en consideración los aspectos emocionales del sujeto.
Una metodología de evaluación alternativa propicia ambientes más solidarios. Entre otras cosas, porque se genera una competencia sana entre los estudiantes, quienes se enfocan en superarse a sí mismos y no en ganarle ‘al otro’. En este sentido, el sistema impulsa a que alumnos de grados superiores apadrinen a otros compañeros de niveles inferiores.
Los tutores revisan los trabajos y las actividades de sus ‘ahijados’, de forma similar a asesorías y esto permite que se refuerce el aprendizaje obtenido. Al mismo tiempo, se refuerzan los valores de fraternidad.
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