“La ética medioambiental, por tanto, aporta una serie de argumentos referidos a la conservación del planeta y dirigidos a las prácticas de las personas. Se trata de consideraciones fundamentales para la toma de decisiones ambientales, establecer prioridades en investigaciones y estudios, publicar resultados de impactos ambientales y establecer políticas.”
Se podría definir la ética ambiental como la aplicación de la definición de ética al campo medioambiental, pero no es tan simple. Existen una serie de consideraciones necesarias y útiles para poder definir este concepto sobre el que Tojing Yang afirmó que se trata de una disciplina reciente y diversificada. Reciente porque esta corriente filosófica surge oficialmente en los setenta. Diversificada porque, siendo un concepto transversal y no específico, incluye −en su formulación− y afecta −con su aplicación− campos tan distintos pero relacionados entre ellos como la ecología, la economía, la política y la sociedad en general, que son parámetros clave del concepto de sostenibilidad y desarrollo sostenible.
La sostenibilidad en sentido amplio y, por lo tanto, el desarrollo sostenible − de acuerdo con la definición de la Comisión Brundtland (1987) − conlleva un componente ético − más bien, antropocéntrico − que, aunque no se quiera reconocer a veces, es necesario considerar.
En la tabla que se incluye a continuación, se comparan los conceptos de ética ambiental y desarrollo sostenible con el fin de subrayar la relación entre los diferentes factores.
Podemos entender que la ética se ocupa, principalmente, de los derechos y deberes existentes entre los seres humanos que coexisten en un mismo marco temporal, podemos decir que la ética medioambiental es transfronteriza, no incluye solo los seres humanos en su alcance, sino que se amplía a los animales y la naturaleza y presenta una visión intra e intergeneracional.
Es importante tener en cuenta que, de acuerdo con la diversificación planteada por Yang, la ética medioambiental contempla aspectos como la política, la economía, la ciencia, etc.
Las primeras percepciones de que el desarrollo industrial, más allá de cumplir con la mejora del bienestar económico, conllevaba problemas ambientales empiezan a hacerse presentes a comienzo del siglo XX. Aun así, las primeras protestas y actuaciones que se oponían de alguna forma a las consecuencias ambientales de los comportamientos empresariales no llegaron hasta los años sesenta. Se empezaba a reclamar un mundo en armonía con la naturaleza. Más o menos, una década más tarde aparece la ética medioambiental, disciplina que trata de dar respuesta a los problemas ambientales desde perspectivas diferentes a la científica.
Aunque el ecologismo moderno se configura en el siglo XX, es importante reconocer y conocer los pasos anteriores para entender la situación actual. A continuación, se recogen los principales hitos relacionables con la aparición de la ética medioambiental a lo largo de la historia.
El antropocentrismo en términos absolutos se podría definir como una teoría filosófica que surge a principios de 1500, por la que el ser humano se sitúa al centro del universo y, por lo tanto, sus intereses son los únicos que merecen atención moral por encima de cualquier cosa. Si se lleva este concepto anterior al campo de la ética medioambiental, se podría entender que los humanos tienen deberes morales exclusivamente relacionados con sus semejantes y que los compromisos que estos tengan con otras especies o entidades son deberes indirectos derivados de los anteriores y, por lo tanto, no existe ninguna connotación ética en la relación entre los humanos y la naturaleza.
A principios del siglo XX, Muir defendía la idea de un vínculo con componentes espirituales donde el ser humano fuera simplemente un elemento más en el entorno. Más adelante, Aldo Leopold siguió y reforzó el trabajo de Muir y empujó la generación de las más recientes y actuales posturas sobre ética ambiental.
El fisiocentrismo subraya la importancia del medio natural y cultural con el que interactúa y lo responsabiliza de los problemas ambientales.
Lo opuesto al concepto de antropocentrismo sería un fisiocentrismo radical, que se refiere al universo como una unidad moral indisoluble de la cual el hombre es simplemente un componente como cualquier otro.
El reconocimiento y la puesta en valor del valor intrínseco de la naturaleza suponen abandonar la corriente antropocéntrica y asumir una postura biocéntrica. Esta perspectiva, y el reconocimiento de valores propios, tienen profundas implicancias para las estrategias en desarrollo sustentable. De acuerdo con el grado de biocentrismo, se puede incluir la utilidad para el ser humano en relación con la protección ambiental, siempre y cuando se atiendan los valores propios de las especies vivas y sus ambientes, generando derechos y estableciendo responsabilidades.
Continuación...
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