“Lo que nos diferencia de otras especies (o, al menos, eso es lo que sabemos hasta ahora) es cómo usamos nuestra inteligencia en relación a la conciencia. El órgano mayor de aprendizaje es el cerebro.”
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Hemos salido realmente de la edad de piedra del cerebro hace tan solo unas décadas. Por primera vez, estamos investigando el cerebro y viendo lo que sucede en él cuando aprendemos, comemos o caminamos.
La tecnología está revelando por qué actuamos como lo hacemos, ayudando a mostrar las habilidades desperdiciadas que todos tenemos en nuestro cerebro. Con tan solo un kilo y medio de peso, este órgano consume más del 20% de toda nuestra inversión energética.
Hay que tener en cuenta que el cerebro ha experimentado una evolución semejante a un edificio en construcción. En la base del cerebro se encuentra el tallo encefálico, que es la parte más antigua del mismo, además de mantenernos vivos. Esta es una característica que tenemos en común con los reptiles.
En este artículo, nos introduciremos en los mecanismos del sistema de recompensa cerebral. Un tema absolutamente fascinante cuando hablamos en términos educativos.
El primer desafío de un educador es crear un entorno resonante, aunque parece que ya es un concepto bastante asumido por los docentes. Lo primero que tengo que hacer es crear ese ambiente resonante y, una vez creado, podemos ir a lo que los educadores por naturaleza deberíamos hacer bien: activar el sistema de recompensa cerebral ofreciendo desafíos que motiven.
Debemos comprender que no todos los estilos de aprendizaje se compensan con los mismos desafíos. Ese es nuestro gran reto, descubrir los diferentes estilos para poder dotar de las diferentes herramientas a los docentes y que puedan comprender mejor a los alumnos. Vamos a ver lo que pasa en el cerebro cuando le proponemos un desafío motivador. Lo primero es que, cuando algo nos llama la atención, prestamos atención. A eso lo llamamos atención focalizada. Después será la atención sostenida y la curiosidad. Este es el primer paso para el desafío motivador.
Si me atrae, resuelvo, comprendo y paso a hacer descubrimientos, asociaciones y a adquirir experiencias. En definitiva, a hacerlo mío, uniéndolo a aprendizajes anteriores. Surgirán las AH (sinapsis que crecen las espinas dendríticas) y, cuando logre resolverlas, surgirán las AHA que se alargarán hasta AHHHHA. Es como un placer. El alumno disfruta cuando logra dominar un desafío.
¿Qué ocurre a nivel cerebral o neurofisiológico durante todo este proceso? Eso es básicamente lo que hablaremos en este artículo. Recordaremos que las sustancias químicas que transmitían información de neurona a neurona, son neurotransmisores, una especie de drogas endógenas o sustancias, que transportan esa información a través de la sinapsis.
¿Qué pasa con los neurotransmisores cuando activo la recompensa cerebral? El primer paso es presentar un desafío motivador, focalizado en la curiosidad y haciendo así que surja el AH. Aquí hay un gran neurotransmisor llamado dopamina, que es el principio del placer. De hecho, cuando hay déficit de atención hay un bajo nivel de dopamina.
En el segundo paso, desarrollaremos una asociación o comprensión de lo que estamos experimentando. Cuando empiezo a tratar de resolver el desafío, en esta fase, emergen otros neurotransmisores que se llaman noradrenalina. Pero, cuando el desafío es demasiado demandante, o elevado para mis recursos percibidos o reales y no tengo los recursos necesarios, lo viviré como una amenaza, como algo disonante. Y hará que, tras una gran producción de adrenalina, produzca cortisol. Esta es la hormona del estrés, que afecta al organismo y al cerebro, al hipocampo en especial, donde están mis conocimientos más recientes. Muchos alumnos no se perciben como un sujeto portador de recursos y una de las funciones principales del educador es fomentar una percepción más plena, más real.
En el proceso de desafío, para que se inicie todo este sistema de recompensa cerebral, y la motivación surja efecto, tiene que haber efectivamente un equilibrio entre el input o creación de la noradrenalina y la acción que el sujeto tiene que llevar a cabo.
El aprendizaje no es automático, requiere repetición y tiempo. Como no todos se motivan con el mismo desafío, es importante que este tenga un nivel adecuado. Si el reto es muy elevado, produce cortisol o estrés, produciendo distres. La palabra estrés se utiliza como un concepto negativo, pero en realidad es un concepto neutro, algo que nuestro cerebro produce con total normalidad. Podríamos definir el estrés como la resultante entre las variables de desafío y recursos.
Si siento que el desafío está acorde con mis recursos, quizás me apasione y sienta estrés bueno. Ese estrés, vinculado con el entusiasmo, me ayuda a poder afrontar el desafío. Pero, si es demasiado, sentiré que no puedo con ello y ahí es cuando aparece el distres, el estrés malo o poco beneficioso.
El momento en el que soy capaz de resolver el reto propuesto, entro en la tercera fase, donde produzco cantidad de serotonina, que es el neurotransmisor del placer, la satisfacción o la dicha, es esa calma. Eso lo veo en cualquier experiencia de aprendizaje, desde ver una obra de arte y no entenderla hasta resonar con el título de una película o sentir emoción ante una fórmula matemática. AH es una focalización, una asociación que me lleva al AHHHH, para llegar al AHAH.
Como sabemos que los desafíos mentales se graban mejor en la mente en formato de acrónimo, vamos a darle también uno:
DAS (Sistema de Recompensa Cerebral)
AH - Desafío motivador- Dopamina
AHA – Acción - Adrenalina
HAHA – Satisfacción - Serotonina
Así, hemos formado un acrónimo, una herramienta mental para recordar. Apelar los diferentes sentidos y los diferentes sistemas de aprendizaje es fundamental para recordar. Por ejemplo, el visoespacial le pondrá imágenes: interrogantes, ruedas o bombillas.
Continuación...
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Comentarios 1
Excelente artículo, muchas gracias por compartir sus conocimientos.