La internacionalización de las empresas se ha convertido en un factor clave para que las organizaciones sigan siendo competitivas en los mercados globales. Precisamente, a través de la globalización, se está produciendo una total interconexión de procesos económicos, tecnológicos, políticos y culturales a escala mundial.
Las nuevas tecnologías de información y comunicación impulsan una intercomunicación instantánea. Y, por tanto, la interdependencia entre los diferentes países del mundo. Así, el comercio internacional adquiere cada vez más importancia en un mundo globalizado. En un mundo que evoluciona muy rápidamente. No hay vuelta atrás.
El comercio global es el acto de comprar y vender bienes y servicios entre países. Con la globalización, estos bienes y servicios pueden viajar más lejos y más rápido. Ahora podemos encontrar cualquier producto de un país remoto en la tienda de la esquina: alimentos, ropa, calzado, incluso servicios de banca o de atención telefónica.
El volumen de las transacciones internacionales se ha incrementado en gran medida, convirtiéndose en un poderoso instrumento para las empresas y los estados. Hoy en día, el comercio internacional influye de forma determinante en el crecimiento de las economías mundiales y se considera como una de las principales variables para evaluar el desarrollo de un país.
La globalización está impulsando la integración de las economías locales en un gran mercado internacional. Un mercado en el que los procedimientos de producción y los movimientos económicos se establecen a escala mundial.
La internacionalización de las empresas y su entrada en nuevos mercados es una cuestión esencial para que sigan siendo competitivas. Si una empresa reduce su estrategia a los mercados locales, sin tener en cuenta su influencia internacional, muy probablemente su desarrollo se vea limitado.
En un mercado cada vez más accesible e interconectado, es fundamental apostar por el comercio exterior como fórmula para mantener o incrementar las ventas. El comercio internacional cobra cada vez más importancia, los pasos dados hacia el mundo globalizado en el que vivimos ya no tienen vuelta atrás.
La implantación de las nuevas tecnologías digitales en todas las actividades económicas y sociales, como consecuencia de la revolución digital, ha sido uno de los principales elementos precursores de la globalización. Sin herramientas como Internet la globalización no hubiera existido.
El impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha tenido como consecuencia la transformación de la forma de relacionarnos, entre individuos y también en el ámbito de los negocios. Este nuevo escenario ha permitido la apertura del mercado internacional a todo tipo de empresas, desde pequeños emprendedores, hasta grandes multinacionales.
Nos basta observar el ejemplo de la compra por Internet, donde los consumidores han transformado completamente sus hábitos de compra. Ahora, el escaparate de productos y servicios se ha multiplicado. Con un simple clic en nuestro ordenador, tableta o móvil, accedemos a toda la información con un gran nivel de detalle, pudiendo efectuar la compra en cualquier momento y lugar.
La evolución de la economía y los mercados globales, está trayendo de la mano importantes ventajas que no podemos obviar. Así, podemos constatar una reducción de los costes de producción y, por tanto, de los precios de consumo. También son apreciables la generación de empleo, una mayor apuesta por la investigación y el desarrollo o, en general, la mejora de la distribución de la riqueza y del acceso a los recursos.
Sin embargo, el sistema mundial de comercio actual no es, ni mucho menos, perfecto. Es preciso supervisar y vigilar de forma eficaz el desarrollo de la globalización para garantizar que todos nos atengamos a las normas y se restrinjan prácticas comerciales desleales.
Aún quedan por resolver aspectos tan importantes como el cuidado del medio ambiente o el traslado de empresas a localizaciones con regulaciones más ventajosas, provocando el desempleo en los países más desarrollados. Así mismo, debe asegurarse que las oportunidades y los beneficios del comercio global se repartan más, evitando las desigualdades económicas entre individuos y países.
Sin duda, una huida del sistema de comercio actual tendría unos efectos muy negativos en un mundo ya suficientemente inestable y en rápida evolución. Tenemos la oportunidad y la obligación de hacerlo bien, obtener ganancias para todos y de forma sostenible dentro de los mercados globales.
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