Se habla de una nueva revolución económica y social basada en la tecnología que transformará el mundo: la economía colaborativa (también llamada economía del acceso).
Hasta ahora erróneamente relacionada con movimientos de protesta política juveniles, lo que esta revolución está planteando son los primeros indicios de lo que será el consumo en el futuro. Un futuro en que el significado actual de la propiedad y la posesión de bienes dejará de tener la importancia que tienen en la actualidad, en el que las personas estarán más dispuestas a compartir con otras, inclusive con desconocidos, y en el que toda relación se basará en la confianza, en la reputación y en la transparencia.
Ya es una realidad; miles de plataformas electrónicas de intercambio de productos y servicios entre particulares están empezando a incomodar a las empresas tradicionales, muchas de ellas vinculadas al sector turístico y transportes.
Todas funcionan de la misma forma: particulares que ofrecen sus productos o servicios a la web de forma gratuita y, por cada reserva lograda, abonan un 15% aproximadamente a la plataforma. El portal solo interviene para garantizar la calidad y unos requisitos mínimos a las ofertas.
Entre los casos más conocidos por su éxito, al tiempo que polémicos, se encuentran:
- Airnbnb. Airbnb es, a día de hoy, la plataforma más popular para el alquiler de apartamentos o habitaciones entre particulares.
- Uber. Uber es una aplicación que pone en contacto a conductores con pasajeros. Según los pronósticos, las reservas de alojamientos privados en Europa alcanzaron la cifra de 15.400 millones en 2017.
Estos modelos de negocio han tenido un éxito rápido por varios motivos:
- Permiten un mayor aprovechamiento de los recursos disponibles.
- Encajan con la filosofía y el estilo de vida de los millennials.
- Precios ventajosos para los clientes.
- Ofrecen experiencias locales y permiten conocer cómo viven y cuáles son las costumbres de las personas en un determinado destino.
- Permiten hacer reservas y contrataciones de una forma muy sencilla e intuitiva.
- Se basan en la confianza, la reputación y la predisposición por compartir. Estos tres comportamientos tienen mucho que ver con los modos de relación que se establecen entre usuarios de redes sociales (transparencia, conversación e intercambio de información y conocimiento).
El caso Airbnb ha revolucionado al sector hotelero. Creada en San Francisco en 2008, es la quinta página de viajes más visitada del mundo, por debajo de Booking.com, TripAdvisor, Expedia y Hotels.com. En prácticamente todos los países en los que opera Airbnb, la reacción ha sido la misma: denuncias y petición de imposición de multas a quienes se anuncian en Airbnb. El gremio hotelero alega competencia desleal, ya que esta modalidad de alojamiento ni está regulada (hay un vacío legal al respecto), ni aborda obligaciones laborales, ni paga los impuestos o tasas que se exigen a los alojamientos turísticos tradicionales.
El descontrol sobre la legalidad y las quejas de los hoteleros ha llevado a que Airbnb ya haya recibido su primera multa en la Unión Europea por un importe de 30.000 euros por comercializar una oferta ilegal. La sanción le ha sido impuesta por la Generalitat de Catalunya, que amenaza además a la web con impedir el acceso a la plataforma desde cualquier IP situada en Cataluña. En Nueva York, un juzgado llegó a considerar ilegal a la web.
La polémica está servida y el debate seguirá abierto hasta que el segmento se regularice, pero todo apunta a que la tendencia es ya imparable. Tanto que, el empresario hotelero Enrique Sarasola, fundador y propietario de la cadena Room Mate hoteles, ha decidido pasar a la acción creando Bemate, una plataforma que aglutina apartamentos de particulares añadiendo servicios como transporte, limpieza o consigna.
Obviamente, esta iniciativa no se ha granjeado la simpatía del sector hotelero, pero sirve como ejemplo para demostrar que los modelos de negocio peer to peer, basados o inspirados en la economía colaborativa, pueden también ser vistos como una oportunidad, no solo como una amenaza.
De una forma u otra, los sectores tradicionales tendrán que adaptarse y competir con estas nuevas opciones de alojamiento que, en parte, son fruto de la crisis originada por un sistema que ha mostrado sus peores defectos.
Además de abordar cuestiones relacionadas como la legalidad y la fiscalidad de estas plataformas, otro de los puntos por resolver es la garantía ofrecida a los clientes, ya que los acuerdos entre prestatarios de servicios y usuarios se consideran, hasta la fecha, como acuerdos entre particulares y por tanto no se acogen a ninguna ley de defensa de consumidores y usuarios.