El riesgo de inflación hace referencia a la incertidumbre que la existencia de la inflación provoca sobre la tasa de rendimiento real de una inversión. El riesgo para el inversor viene dado por la variación del poder adquisitivo de los flujos de caja generados por el proyecto, que surge al diferir la tasa de inflación esperada de la realmente producida.
Así, por ejemplo, un inversor en obligaciones del Estado verá como el poder adquisitivo de los cupones recibidos y el precio de venta del bono se verán erosionados cuando la tasa de inflación sea mayor que la prevista en el instante de adquirir dicho activo financiero. Como afecta a todos los activos de un mercado concreto podemos concluir que el riesgo de inflación es un riesgo sistemático, sin embargo, se consideraría un riesgo específico si nos moviésemos en un mercado de ámbito mundial (la tasa de inflación no es la misma en Mercosur, en la Unión Europea, o en Japón, por ejemplo).
Aquellos inversores, que pretenden alcanzar un objetivo determinado al final del horizonte temporal de su inversión, verán como la cantidad de dinero necesaria para conseguir dicho objetivo varía continuamente a causa de la reducción del poder adquisitivo (por ejemplo, supongamos que usted prevé que su hijo de ocho años le va a pedir que le compre un coche cuando cumpla los 18; usted piensa que el precio de un coche adecuado puede ser de 25.000 € dentro de diez años, así que procede a invertir 15.348 € en la actualidad a un interés anual del 5% en términos nominales.
Si la tasa de inflación aumenta, cuando llegue el momento de adquirir el vehículo los 25.000 € serán insuficientes).
Igualmente es importante diferenciar entre la rentabilidad real y la nominal de una inversión. Si vemos en la prensa que el tipo de interés de una Letra del Tesoro a un año de plazo es del 6%, somos conscientes de que es un tipo de interés sin riesgo y de que es una tasa de interés “nominal” (r). Esto último quiere decir que dicha cifra se compone de la tasa de inflación esperada para el próximo año (π) y de la tasa de rendimiento “real” (i).
La relación entre estas variables viene dada por las siguientes ecuaciones:
(1 + r) = (1 + i) x (1 + π)
Donde:
i = r – π
Así, pues, si esperamos una tasa de inflación para el próximo año del 2% sabremos que el rendimiento real esperado de la Letra del Tesoro es del 3,92%. Si a poco de adquirir el activo financiero nos enteramos que la previsión de inflación para el próximo año ha ascendido hasta un 3% veremos como el rendimiento real de nuestra inversión habrá caído hasta un 2,91% lo que significa, no sólo la pérdida de 101 puntos.
Por otra parte, el riesgo de inflación no afecta de la misma forma a todas las inversiones. Hay proyectos cuyo rendimiento esperado se encuentra gravemente afectado por las variaciones de la tasa de inflación, mientras que hay activos financieros que son inmunes a dicho riesgo. Por ello, los inversores pueden ejercer un cierto grado de control sobre el riesgo de inflación a través de una selección adecuada de activos en los que invertir. Para ello es importante saber qué características hacen que una inversión sea resistente a las variaciones de la inflación.
A continuación, vamos a ver algunos casos de ejemplo:
- Una inversión que proporciona flujos de caja a corto plazo se verá muy poco afectada por el riesgo de inflación. Por ejemplo, la compra de repos sobre Letras del Tesoro a muy corto plazo, la propia compra de Letras del Tesoro, etcétera.
- Cuanto mayor sea la correlación existente entre el nivel de precios al consumo y los flujos de caja de la inversión, menos se verá afectada ésta última por el riesgo de inflación (por ejemplo, una inversión que compense a su propietario por las variaciones de la inflación proporcionándole una tasa de rendimiento real determinada). Las emisiones con un tipo de interés variable o flotante son un buen ejemplo.
- Las propias inversiones empresariales algunas veces pueden repercutir a sus clientes cualquier variación en los costes de los factores consiguiendo que el beneficio aumente con la inflación lo que reduce en gran medida el riesgo de su variación. Pero, es preciso decir, que ello no siempre es posible por lo que la inversión en acciones ordinarias o la propiedad directa de un negocio no siempre son una buena cobertura contra el riesgo de inflación.
- En general, los flujos de caja proporcionados por la venta de inversiones tangibles (metales preciosos, terrenos, filatelia, etc.) se verán beneficiados con los aumentos de inflación (y perjudicados cuando descienda). Aunque es importante señalar que los cambios en los precios de los activos tangibles tienen mucho que ver con las variaciones en las expectativas sobre la inflación y menos con la tasa de inflación actual (esto es, si los inversores piensan que la inflación tiende a descender, se notará una caída del precio de los tangibles, aunque la tasa actual de inflación sea alta).
- Las inversiones en renta fija a largo plazo sufren en gran medida el riesgo de inflación dado que no pueden reajustar sus flujos de caja a las variaciones de ésta. Por ello, si la tasa de inflación aumenta, el valor de los bonos y el poder adquisitivo de sus cupones descenderán; pero si, por el contrario, dicha tasa fuese menor que la esperada tanto el valor del bono como el poder adquisitivo de los cupones aumentarían.