By Blog de CEUPE on Martes, 10 Julio 2018
Category: PSICOLOGÍA

¿Cómo es la educación del siglo XXI?

Una de las primeras preguntas que se formulan los alumnos sobre los temas que les inquietan es cómo abordar la apatía y la desmotivación en el aula. Las ausencias, la falta de atención y estímulo.

“¿Por qué pasa esto?, ¿Por qué no nos hacen caso?”, son algunas de sus inquietudes.

No sabemos qué hacer para llamar la atención de los alumnos y el principal problema que estamos teniendo es que, casi sin darnos cuenta, aún seguimos preparando demasiado las clases. No estamos pensando realmente en cómo podemos hacer que nuestros alumnos aprendan mejor desde la neurociencia. Seguimos pensando en cómo seguir sobreviviendo como profesores haciendo lo mismo, en un universo cambiante. Tiene que haber un cambio real, algo que marque un antes y un después.

Las clases ya las tenemos claras, ahora solo tenemos que cambiar las herramientas. Dejar de pensar en nosotros como docentes y empezar a pensar en ellos, en cómo son sus cerebros. Basta ya de quejarnos porque no nos prestan atención. No nos prestan atención porque, como profesores, no somos capaces de captar su atención. La respuesta es bien sencilla. Ellos se aburren con facilidad y es nuestro trabajo, como enseñantes, captar y llamar su atención de manera única y creativa.

Hoy podemos ver el cerebro en funcionamiento, estando vivo, simplemente en una resonancia. Eso es un cambio enorme, porque podemos detectar moléculas químicas en sangre o en orina, haciendo que podamos diagnosticar en poco tiempo cualquier cambio en el cerebro relacionado con la educación, dislexia, discalculia, etc., y empezar a trabajar con esos estudiantes.

El centro del cerebro ya no es la neurona, hay otros centros celulares. Se acabó la idea de que solo se puede aprender en un periodo determinado de la vida y que, si no se aprende entonces, estás perdido. Se acabó eso de que, si tu cerebro esta traumatizado, no se puede recuperar. La verdad es que para millones de personas es muy liberador. Pienso en niños con traumas o en adultos con estrés postraumático de aprendizajes duros, y cada día hay más respuestas. Eso es lo que anima a seguir investigando, aprendiendo y enseñando neurociencia.

Se aprende toda la vida, no se mueren las neuronas, no nos asustemos, vuelven a nacer. Se acabó esa tesis de que el cerebro es rígido y que no hay manera de cambiarlo. Hay muchos neuromitos, como “el saber no ocupa lugar”. Sí, ocupa lugar, y ocupa mucho. Lo vamos a demostrar. En el aula, no se aprende, lo siento. Se aprende, pero poco. En el aula, se entiende, pero no se aprende, que no es lo mismo.

Se rompieron los neuromitos. Vamos a definir neurociencia, pedagogía y psicología juntas. Lo que nos da neuroeducación. Esta ciencia compuesta de tres ciencias es muy importante, va a tratar de hacer muchas cosas por nosotros. Si sabemos cómo afectan los genes a nuestro aprendizaje, aprendemos mejor. Si comprendemos cómo aprende el cerebro, enseñamos mejor y no perdemos el tiempo en cosas inútiles. Trabajamos en el aula como si todos los alumnos fueran iguales, y nada que ver. Lamentablemente, tenemos que hacerlo, pero hemos de ser muy conscientes de que no lo son. La mayoría de personas de este planeta son neurodiversas, tienen un cerebro diverso a lo normal. Cada ser es diferente y su cerebro también.

Vamos a intentar capacitaros para evitar que “compréis humo neurocientífico”. Que no os vendan ilusiones de que se consiguen resultados rápidos con tal o cual técnica, o creer que un chico es visual, o kinestésico o auditivo y ya está. Eso no es cierto y no es científico. Son neuromitos. Lo que hacemos los científicos es hablar claro y salir a comunicarlo fácil.

Es importante detectar temprano los cambios en el aprendizaje para poder trabajar rápidamente. No hay que dejarles solos con la angustia de ser un niño talentoso o un niño con dificultades en la lectoescritura. La neuroeducación tiene todos esos valores y son muy rápidos y eficaces, pero hay que trabajarlos bien.

Aparentemente se aprende con el cerebro. Pero, ¿para qué sirve realmente? La primera función es la aferente sensitiva, procesamiento motor de todo lo que experimenta. Eso lo tenemos que conocer bien porque cuando cierro un ciclo de aprendizaje tengo que poner un cierre motor en toda la serie. Aprendemos sentados, pero para cerrar tengo que introducir algún tipo de movimiento, mejor si es con el cuerpo, así decimos que el cerebro adhiere sensitivamente usando la motricidad.

Si solo procesamos aferentemente, te quedas dentro, porque no se ha grabado. Está en la introspección. Hay que trabajar y aprender cerrando con trabajos prácticos porque el cuerpo interactúa, no solo recibe del profesor, sino que tiene que elaborar material propio y estar plenamente activo. Interactuando con el cuerpo se aprende más.

La primera ley de la neurociencia es que cuando el cuerpo participa en el aprendizaje el alumno aprende. En un aula, el alumno sentado no aprende, solo entiende. Solo aprende cuando se está en movimiento, cuando él tiene la oportunidad de demostrar lo que ha entendido; es porque lo ha aplicado, lo sabe. Si ha estado ocho horas sentado, ¿cuánto puede contar de su clase? Diez minutos. Ahora imaginad por un momento que esas ocho horas han sido de trabajo práctico, ¿cuánto podría contar al día siguiente? Mucho. Esa es la diferencia entre entender y aprender.

Un profesor cree que, porque dio una materia, el alumno ya la ha aprendido, pero no es así, simplemente la ha oído y, en el mejor de los casos, capto su atención e incluso la entendió, pero no la ha aprendido porque no la ha practicado.

Segunda ley de función del cerebro: la supervivencia. Nuestro cerebro tiene una función ancestral: sobrevivir. Pero esto no son solo los mecanismos de defensa de huida, de agresión o de inhibición. Es mucho más que eso, podemos hablar de éxito humano, de progreso, de ser geniales y de poder demostrarlo. Eso forma parte de nuestra condición de humanos, ser geniales. Sentirnos amados, a la conquista de alguien o algo. Cuando el cerebro está delante de algo o alguien que está asociado con la supervivencia, queda para siempre en la memoria.

El cerebro no se puede dar el lujo de olvidar aquello que necesita para sobrevivir, ya sea bueno o malo. Por eso, los colapsos en nuestra memoria, en el momento de un examen, estamos sobreviviendo. En el aula, sin embargo, no se sobrevive, por eso no se guarda. Si el aprendizaje en el aula se conectara con la supervivencia, se guardaría más.

Las dos grandes leyes, por tanto, son:

  1. Aferente
  2. Lo que impacta en la supervivencia

¿Cómo se adquieren las memorias de aprendizaje?

Uno aprende más cuando más tipos de información tiene, cuando la información, además de ser kinestésica, es también auditiva, olfativa, táctil. La memoria espacial y lingüística tiene bancos de memorias diferentes.

Menos es mejor que mucho y más, o también podríamos decir: menos, es más. Nuestro cerebro no está preparado para un input continuo de cosas. Eso no es un cerebro, es un asedio. No somos robots, somos seres humanos que necesitamos nuestro tiempo para aprender sensiblemente lo que nos está pasando.

¿Por qué no podemos recordarlo todo? Porque el saber ocupa mucho lugar, el tamaño del cerebro es su problema. Un elefante cuando nace ya sabe sobrevivir, si nadie nos ayuda, no seríamos capaces de sobrevivir. Si nuestro cerebro madurase un poco más dentro del vientre de nuestras madres, no podríamos atravesar el cérvix materno. Por eso, nuestro cerebro está inmaduro cuando nace. Es un órgano flexible. Su problema es el espacio, no naceríamos si fuese más grande.

A nivel sistémico familiar, a veces, nos encontramos con familias donde hay ausencia de autoridad paterna. Los estudiantes muestran bastantes problemas para marcar los límites de la autoridad. Un círculo terrible porque no tiene lóbulo frontal, no está el padre que era el lóbulo; el que le motivaba.

Otro neuromito es que usamos solo el 10 % de nuestro cerebro. ¿Cómo lo podemos saber si nadie sabe bien cómo funciona? Un poco absurdo, ¿no? El saber ocupa lugar, si tomamos atención a la anatomía, dentro del cerebro tenemos muchas estructuras (con memorias emocionales, tiempo y espacio, las memorias motoras, tenemos muchos tipos de memorias). ¿Pero cuantas usamos en el aula? Si hacemos una pregunta en el aula y no sabemos la respuesta, la primera que haremos servir será la motora, cuando no sabemos qué hacer, nos movemos. Eso tiene que ver con la primera ley de aferencia del cerebro. La relación con el movimiento es fundamental, si no hay movimiento, no hay cierre del proceso.

En el cerebro no hay espacio vacío, entre las neuronas hay otro tipo de células: las glías, hay vasos sanguíneos. Todo está lleno. Es como un edificio donde no cabe nada más. Cada unidad neuronal ya tiene forma de la función, del proceso, de la prolongación y de la respuesta. Cada unidad es todo el cerebro: aferente y eferente. Hay un solo axón que termina en un musculo, en una glándula, en una neurona. Todo está asignado, todo está coordinado a la perfección.

Cada vez que una neurona toca a otra, ese contacto se llama sinapsis. Este es un contacto funcional, interactivo. Viajar en un bus y que te toquen no basta, cuando interactúas, por ejemplo, con alguien que viaja también en el bus, sería el contacto funcional. Por tanto, ese contacto tiene que implicar interacción, no solo el rozamiento, sino que tiene que pasar algo más. Sinapsis que generan estructuras.

Cada vez que el cerebro aprende, está conectando neuronas entre sí y, a partir de lo aprendido, graba memorias y recuerda. Esto es la Teoría de Hebb, que da lugar a los circuitos Hebbianos. Las neuronas están siempre buscando conexiones y, en función de lo que encuentran, conectan o desaparecen. Millones de neuronas o espinas, es donde aprendes. Si el cuerpo cree que no vas usar algo, lo quitas; es decir, no vamos a mantener información si no es bueno para la supervivencia.

¿Qué descubre la neurociencia? Que tres meses de vacaciones para los alumnos es la mejor receta para el fracaso, porque todo lo que no usamos se pierde. Otro ejemplo es el caso de los taxistas de Londres. Se demostró que son los taxistas que más usan el hipocampo y la memoria porque, para mantener la licencia en activo, tienen que saber absolutamente todas las calles. Esa obligación les hace estar muy alerta y ser muy despiertos, con lo cual estamos aprendiendo que nuestro cerebro, todo lo que no usa, lo deshecha.

Según la edad y las condiciones, guardamos la información en diferentes sitios del cerebro que tienen tiempos de respuesta diferente. Por eso, hay que darle tiempo al alumno para que recupere esa sección de la memoria donde lo guardó. No hay que contestar rápido, tardar en la respuesta no quiere decir que no se sepa, quiere decir que se está buscando.

A medida que aprendes cosas nuevas, pierdes otras. Esto está demostrado, por ejemplo, en personas que pierden la vista o la movilidad. La información que guardaban en esas áreas, pasa a estar en otras. No la han perdido, la han archivado en otro lugar.

Que el saber ocupa lugar está demostrado en términos neurocientíficos también. Por ejemplo, si medimos las zonas del cerebro de un estudiante que tiene que examinarse de medicina, vemos como ha ampliado enormemente un área (el tiempo que dura el estudio) y luego como esta se vuelve a contraer. Y es que el cerebro es inteligente y sabe muy bien cómo organizar información, memoria y funciones en relación a aquello que es importante y fundamental para la supervivencia. Por tanto, como ocupa lugar, será muy importante guardarlo o no guardarlo. Excepto cuando sea imprescindible para la supervivencia.

Las redes hebbianas en el aprendizaje

Para que se produzca realmente un aprendizaje y no un entendimiento, hay que establecer una variable en las conexiones sinápticas, en relación con el pensamiento, la teoría o la práctica del aprendizaje. De esta manera, es como la red hebbiana, que es nuestro soporte natural para el aprendizaje, construye las memorias y las modifica, elimina, subraya o cambia ya sea consciente o inconscientemente.

Para crear una nueva red hebbiana, tenemos que usar material que no se esté usando. Es como una especie de asignación que el cerebro nos hace. Este hecho, que se conoce como robo hebbiano, es el que realiza una constante distribución de nuestras neuronas con la finalidad de poder ser flexibles a todo lo que pasa en nuestro entorno de aprendizaje. Por lo tanto, una red hebbiana se va modificando a lo largo de la vida, una neurona puede cambiar de hábitat.

Para que se remodele una red hebbiana, tiene que ser un hecho que afecte a nuestra supervivencia, preferiblemente que implique cuerpo, cerebro y mente.

Así, si lo trasladamos al entorno del aprendizaje del aula podemos ver que existen diferentes tipos de aprendizaje en función de las redes hebbianas que estamos utilizando:

  1. Aprendizaje ejecutivo y emocional: Es un aprendizaje rápidamente grabado ya que, cuando se produjo impacto en el sujeto, estas experiencias son difíciles de olvidar y fácilmente llamadas a la memoria. No tienen mucho gasto energético, no requieren ningún esfuerzo, son automáticas y altamente emocionales. Encontraremos que el alumno ha grabado todas las memorias que asocia con la supervivencia, o con aquello que pueda condicionar su prosupervivencia o su contrasupervivencia. Puede ser que haya dos carpetas. En una está grabado todo lo que me ha gustado y, por tanto, lo guardo para que, la próxima vez que lo vea, lo sepa distinguir, o puede que también lo estemos grabando en la carpeta de peligro y, cada vez que lo vea, huiré o lo evitaré. Las conexiones, como hemos visto, son inestables y tienden a reforzarse, a desaparecer o a consolidarse. Esta es una de las bases de la neuroplasticidad en el aprendizaje.
  2. Aprendizaje ejecutivo o cognitivo: Es todo aquel aprendizaje de lenta adquisición, fácil de olvidar y, por tanto, difícil de grabar ya que implica el consumo de gran cantidad de energía. Requiere un esfuerzo deliberado, consciente, atento y sostenido. Son las cosas más difíciles, que requieren repetir constantemente. Pueden ser funciones emocionales o intelectuales. Para que este aprendizaje se grabe, necesitamos de un contenedor ordenado, con vínculos seguros, elementos conocidos, donde exista un elemento de seguridad con el docente y donde haya un gran balance entre los neurotransmisores: dopamina, noradrenalina y serotonina. También incluimos en este aprendizaje, aquellos que favorecen la integridad y la creatividad.

Si estamos interesados en favorecer este aprendizaje en los alumnos, no debemos olvidar que recordaremos con más facilidad si tiene que ver con nuestra supervivencia; si está armonizado con nuestros valores, habilidades o competencias; si capta nuestra atención, intención o motivación; y si está vinculado o conectado con aprendizajes anteriores, lo comprendemos bien y lo hemos practicado previamente.

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